El Señor Jesús creció en un entorno agrícola, por lo que no es de extrañar que recurra a imágenes que transcurren en ese mundo. Una de sus imágenes favoritas es la de la vid y los sarmientos y la interacción entre ellos.
Menciono interacción porque, como sabemos, hay muchas idas y venidas entre los sarmientos y la vid a la que están unidos. Esos vástagos se alimentan y se nutren de lo que viene a través de esa vid. Por un lado, morirían si se cayeran. A la inversa, lo que ocurre con esos sarmientos tiene su efecto en la vid. Si están enfermos, frenan el crecimiento de toda la planta. Si están demasiado apiñados en la parte interna del tallo, también dificultan el crecimiento.
Una palabra para describir esta relación es «inhabitación», cada uno a su manera viviendo dentro del otro.
Esta es la imagen rural que utiliza Jesús para hablar tanto de su relación con el Padre como del vínculo íntimo y vivificante que mantiene con todos nosotros. Por un lado, Jesús y el Padre viven en nosotros a través del Espíritu Santo; por otro, nuestras acciones y actitudes influyen en los deseos de Dios sobre lo que ocurre en este mundo.
¿Qué conclusiones podemos sacar?
Una es que no estamos lejos de Dios. Dios, en Jesús, está presente no sólo a nuestro alrededor en la creación, sino en lo más íntimo de nosotros mismos. En la oración nos dirigimos a Dios, no como si estuviera lejos, sino como si estuviera tan cerca de nosotros como nosotros mismos. Oímos a Jesús pedirnos que «permanezcamos en Él», como Él permanece en nosotros. Una expresión para describir esto es «inhabitar», «morar», la vid morando en los sarmientos y los sarmientos viviendo en la vid: Jesús permaneciendo en nosotros y nosotros viviendo en Él.
No todos los sarmientos son buenos para la vid. Cuando están demasiado juntos unos de otros, impiden que los otros reciban el sol que da vida. Aquí Jesús trae otra imagen agrícola: la poda. Hay que cortar algunos sarmientos interiores para que el resto de la planta siga creciendo. La lección de Jesús es que hay acciones, hábitos y actitudes que nos alejan del Señor y que, por tanto, hay que cortar. Los diez mandamientos y los muchos otros consejos de nuestra fe exponen esas acciones, hábitos y actitudes que hay que podar y recortar, si queremos que nuestra vida en Dios dé el fruto que puede dar.
Estas imágenes y ejemplos Jesús mismo los esboza como formas de hacernos saber que vivimos en Dios y que Dios vive en nosotros. En sus mismas palabras: «Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, dará mucho fruto. Porque sin Mí, nada podéis hacer».
Escribiendo a uno de sus cohermanos en 1656, Vicente recoge la imagen de Jesús para una lección sobre la predicación eficaz: «Pero ya ve usted cómo hablaba de forma inteligible y se servía de comparaciones familiares: el labrador, el viñador, el campo, la viña, el grano de mostaza. Así es como tiene usted que hablar, si quiere que le entienda el pueblo, al que anuncia la palabra de Dios» (SVP ES XI-3, p. 239).
Todos nosotros, en nuestro camino de fe, debemos hacer lo posible por permanecer y vivir cada vez más cerca de esa vid vivificante.
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