“El Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios“
Hech 1, 1-11; Sal 46; Ef 4, 1-13; Mc 16, 15-20.
En la alegría de la Ascensión del Señor, hoy leemos los últimos versículos del último capítulo del evangelio de Marcos, que nos habla de las instrucciones que da el Señor a sus discípulos antes de ser elevado al cielo. No es otra cosa que la tarea misionera de llevar el anuncio de la buena noticia hasta los últimos rincones del mundo.
El ser misionera es una nota esencial de la Iglesia; de ahí que reconozcamos que donde hay Iglesia hay misión, y donde hay misión hay Iglesia.
A la luz del misterio pascual (pasión, muerte y resurrección del Señor), todos sus discípulos, desde el bautismo, tenemos el compromiso alegre de dar testimonio del Señor, de ser misioneros. Y una parte esencial de la misión es que este testimonio va acompañado de “señales” a partir de nuestra forma de actuar y la forma con que nos relacionamos con el prójimo, especialmente el pobre, afligido y atribulado. Estamos llamados a salir de nosotros e ir a encontrarnos con nuestros hermanos en sus realidades y desafíos, comunicándoles con nuestra vida la buena noticia del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Carlos Reyes Mendoza C.M.
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