“La misericordia de Dios es grande para con sus hijos”
Hech 4, 32-35; Sal 117; Jn 20, 19-31.
El evangelio dominical es un anuncio esperanzador de Jesús frente al miedo y tristeza de los discípulos. Al entrar en aquella casa donde se encontraban ocultos, Jesús les da nuevos ánimos, nuevas esperanzas, nuevas ilusiones y una paz nueva en sus corazones.
Dios quiere entrar a nuestra vida, irrumpe y causa asombro y alegría, quiere dejarse tocar por nosotros, todo eso lo hace para que recuperemos la esperanza que las diferentes situaciones de la vida nos han ido quitando. Dejémosle entrar, toquémosle y dejemos que toque nuestro corazón, que cambie nuestra historia triste en historia de amor misericordioso. Cuando toquemos y nos dejemos tocar por Dios, podremos salir de nuestro miedo y tristeza.
Salgamos al encuentro de nuestros hermanos y llevémoslos a Dios, una persona que vive en la tristeza y enojo no nos muestra a Dios, mientras que una persona que, a pesar del dolor refleja un rostro de esperanza, suele ser reflejo de Dios en medio de nosotros. Nuestro testimonio puede acercar o alejar a las personas de Dios, con nuestra fe y esperanza acerquemos a los demás a Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Iván Pech May C.M.
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