Para los que creemos y confiamos en el Señor, en la vida no hay coincidencias, todo ocurre desde la Providencia de Dios. Y así ha sido con la vida de nuestra querida hermana Sor Milagros María Santos Félix, quien desde el 24 de febrero, se unió a la pasión de Cristo acompañándole hasta el Viernes Santo, día en que nuestro Señor ha querido llevarla con Él a su Reino. Sor Milagro ya vive la Pascua junto a su Amado, a quien se entregó por entero en el servicio de los pobres.
Sor Milagros, de República Dominicana, es fruto del amor entre Leopoldo y María, nació el 10 de marzo de 1952, recibió el bautismo el 29 de junio de 1952, en 1956 recibe el sacramento de la confirmación y recibe a Jesús por primera vez en el sacramento de la Comunión en el año 1964.
Atenta a la voz del Espíritu sintió la llamada de Dios y con alegría le dijo SI, e inició el Postulantado en la Casa provincial en junio de 1976. El 31 de mayo de 1977 es admitida al Seminario, siendo enviada en Misión el 14 de abril de 1979. Confirma su entrega al Señor con la emisión de los Votos el 15 de agosto de 1982.
Descubrió que un mismo amor animaba y dirigía su contemplación y su servicio: por la fe supo que era Dios quien la esperaba en los que sufrían, de manera especial en el rostro de los niños y jóvenes a quien dedicó prácticamente su vida, en la educación y catequesis.
Sor Milagros fue una hermana alegre, sociable, disponible, servicial, fraterna, buena colaboradora en la animación de la comunidad, su amor y devoción mariana fue soporte especial en su vida. Su gran celo apostólico la impulsó a ser catequista, asesora de la Legión de María y de grupos juveniles. Asumió con gran responsabilidad, sacrificio y sentido de pertenencia la coordinación de la Familia Vicentina en el país.
Como educadora supo descubrir la especial presencia de Jesús en los más débiles y los menos capaces, trabajó con y por ellos, haciendo de cada uno un verdadero tesoro.
Después de Jesús, María fue su gran amiga y compañera, en quien se inspiró y promovió su amor y devoción.
En estos últimos años acogió la enfermedad de Parkinson como camino de santificación; supo ofrecer sus dolores y limitaciones, por los pobres y sus necesidades. Desde su silla de ruedas se preocupaba y oraba por nuestras Hermanas mayores y enfermas, así como por la promoción vocacional y las necesidades de la Provincia.
El Viernes Santo se hizo realidad en Sor Milagros la promesa de Jesús:
«No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y a donde yo voy sabéis el camino» (Jn. 14, 1-3).
Nuestra oración por su hermana Rosa y su hermano Jesús, así como por sus sobrinos, cuñada y demás familiares. Nos habita la certeza de que Sor Milagros ya goza de la presencia infinita de Aquel por quien entregó su vida.
Gracias, Sor Milagros, por acoger en ti el querer de Dios; como virgen prudente estabas preparada y a la espera de la llegada del Esposo que te vino a buscar en la mañana del Viernes Santo. Que brille para ti la Luz perpetua. Hasta el cielo.
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