“¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre va ser entregado!”
Is 50, 4-9; Sal 68; Mt 26, 14-25.
Judas hace efectiva la traición a su Maestro al presentarse con los sumos Sacerdotes y negociar con ellos la entrega de Jesús. Treinta monedas fue el precio acordado para vender a Dios.
Aquí cabe destacar que para el pensamiento judío 30 era la mitad del número completo, es decir, algo sin valor. Así pues, las 30 monedas que le dieron a Judas de alguna manera expresan el desprecio de los sumos sacerdotes hacia la persona de Jesús.
Judas, quien junto con los demás apóstoles fue llamado amigo íntimo del Señor, que le acompañó por tres años, que vio muchos milagros, que saboreó sus divinas palabras, que pudo tocarlo, palparlo, mirarlo, conocerlo y, quizás, amarlo. Pero esa ceguera le bajó los ojos a la tierra, a sus propios intereses, tal vez de orden meramente político, inmediato, material y no trascendente y espiritual, como exigía el mandato del amor.
Dejó de creer. Y porque dejó de creer, también dejó de esperar y, sobre todo, de amar, que es el corazón del cristianismo. Salió resuelto a entregarlo.
¿Cómo podemos nosotros también fallarle a Jesús?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús de Luna C.M.
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