“Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por Él”
2 Cron 36, 14-16. 19-23; Sal 136; Ef 2, 4-10; Jn 3, 14-21.
San Juan evangelista coloca en este texto a Jesús dirigiéndose a Nicodemo recordando un signo que realizó Moisés, que levantó un madero y sobre él una serpiente para ser vista por aquellas ¹personas mordidas por la plaga de serpientes y pudieran recobrar la salud. San Juan, en este mismo texto, nos habla del don del amor de Dios y de la salvación que ha procurado a la humanidad enviando a su Hijo único, para ser entregado y elevando en el árbol de la Cruz, en sacrificio de amor por la humanidad.
“Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo unigénito”. Escuchando esta Palabra dirigimos la mirada de nuestro corazón a Jesús Crucificado y sentimos dentro de nosotros que Dios nos ama, nos ama de verdad y nos ama inmensamente. Esta es la expresión más sencilla que resume todo el Evangelio, toda la fe, toda la teología: Dios nos ama con amor gratuito y sin límites. ¡Así nos ama Dios!
Jesús, ayúdame a buscar con empeño más tiempo para mi oración. Enséñame a amarte como tú me amas.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús de Luna C.M.
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