“El publicano regresó a su casa justificado, el fariseo no”
Os 6,1-6; Sal 50; Lc 18, 9-14.
Asistimos al templo por varios motivos y en diferentes circunstancias: A tener un momento de oración, pedir la curación de algún familiar, presentar algún problema moral que aqueja… O vamos a confesarnos para encontrar la paz, o a celebrar la Eucaristía, centro de nuestra vida, fuerza de la existencia.
Evitemos la postura y actitud del fariseo: Pensar y sentir comparándome con los demás. Necesitamos traer a la mente la regla de oro: No Juzgar para no ser juzgados y condenados (cfr. Lc 6,37-38). De esta manera desarrollaremos en nosotros la actitud bondadosa y comprensiva que el Señor quiere.
Señor Jesús, hoy como el publicano nos acercamos a ti, pues nos reconocemos débiles y necesitados de ti, que eres la fuente de toda gracia. Señor, tú conoces nuestro corazón y sabes que sin ti nada podemos; por eso queremos pedirte que te quedes con nosotros, que nos acompañes en todo momento de nuestro día. ¡Señor, ten compasión de nosotros! Y escucha nuestra oración.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús de Luna C.M.
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