“El mayor de ustedes que se haga servidor de los demás”
Is 1, 10. 16-20; Sal 49; Mt 23, 1-12.
Estamos acostumbrados a clasificar a las personas según distintos criterios. Hay personas importantes, educadas, decentes, respetables, exitosas. La fama, las riquezas, los cargos públicos o incluso la jerarquía dentro de la Iglesia nos llevan a colocar a unos más arriba y a otros más abajo en nuestra valoración, y a definir nuestro trato con ellos.
Pues bien, según el evangelio de hoy, esto no tiene sentido. En primer lugar, no hay ninguna persona que valga más que otra. “Ser humano” se aplica a todas las personas con el mismo significado. Para Dios todos somos hijos amados en la misma medida. Cada uno con sus circunstancias, su historia, sus pecados y virtudes, pero todos hijos amados.
Si acaso hubiera un criterio para medir la grandeza de las personas, nos dice Jesús hoy, este criterio sería la capacidad y la disponibilidad para ponerse al servicio de los demás. Entre más servidor, más humano eres, es decir, más cerca del proyecto de Dios para sus hijos. Entre más bondadoso, mejor reflejas la “imagen y semejanza” que tienes con el Creador. Entre más humano, más “divino”, es decir, más parecido a tu Padre del cielo.
Esa es la “grandeza” que debemos buscar.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero C.M.
0 comentarios