“Tuve hambre y me dieron de comer”
Lev 19, 1-2. 11-18; Sal 18; Mt 25, 31-46.
Si la Cuaresma ha de centrarnos en lo esencial de la vida, ¡qué mejor que el texto evangélico de hoy! Es una parábola sobre el juicio final, cuando el Hijo del Hombre abrirá las puertas del Reino, de la dicha eterna, para hacer pasar (sentar a su derecha) a quienes fueron fieles al Evangelio. ¿Y en qué consistió esa fidelidad? En el amor fraterno, la misericordia, la solidaridad. “Tuve hambre y me dieron de comer… Lo que hicieron con cualquiera de los pequeños, me lo hicieron a mí”.
Jesús nos deja en claro que el resumen de todo, lo esencial de la vida cristiana es el amor. Amor que se traduce en disponibilidad para cuidar de los más vulnerables (hambrientos, sedientos, desnudos, prisioneros, extranjeros…) y servir a quien necesite de nosotros.
¿Quién puede reprobar un examen cuando conoce de antemano la única pregunta que contiene y cuando sabe claramente cuál es la respuesta a dicha pregunta?
¿Cómo está tu amor? ¿Cuánto has crecido en la solidaridad, en la acogida, en el perdón, en la bondad y misericordia? Estas son las preguntas del examen. ¿Qué tal si practicamos las respuestas en esta Cuaresma?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero C.M.
0 comentarios