“Los sanos no necesitan del médico, sino los enfermos”
Is 58, 9-14; Sal. 85; Lc 5, 27-32.
El relato del evangelio de hoy nos presenta la bella escena de la vocación de Mateo y la fiesta que éste le ofrece a Jesús como gratitud por haber sido elegido. Como le reclamaran a Jesús que compartía la mesa con publicanos y pecadores”, éste responde que no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores. Y yo digo: ¡Qué alivio! ¡Menos mal!
Yo estoy entre esos que llama a la conversión. Yo soy uno de aquellos a los que Jesús mira con amor, sin juzgarlos ni condenarlos, como miró a Mateo. Yo soy de aquellos “enfermos” en los que Jesús descubre posibilidades de salud, de mejoría, de crecimiento.
¡Menos mal que Jesús, al mirarme, no tiene en cuenta solo mi pasado, mi fragilidad y mis errores, sino mi capacidad de arrepentirme y de entrar en un camino de conversión! ¡Menos mal que Jesús primero me ama, y luego me invita a corresponder a ese amor gratuito! ¡Menos mal que Jesús mira en mí posibilidades de transformación, y no sólo fracasos reiterados! ¡Menos mal que Jesús hace que me sienta digno de su amor y capaz de abrirme al Reino que me ofrece y que me pide construir junto con él! ¡Menos mal que Jesús es Jesús, y no un fariseo o doctor de la ley, como aquellos de su tiempo!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero C.M.
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