“¿Por qué tus discípulos no ayunan?”
Is 58, 1-9; Sal 50; Mt 9, 14-15.
Es curioso que la Iglesia nos proponga este texto el primer viernes de Cuaresma, día en que nos pide abstenernos de comer carne; y el pasado miércoles nos pidió ayunar. Y es que la abstinencia y el ayuno, como prácticas cuaresmales, son gestos que solo aparentemente tienen que ver con los alimentos.
“Tus discípulos no ayunan”, le reclaman a Jesús; y él responde: Mientras el Novio está presente, los invitados a la boda no están tristes ni ayunan. ¿Por qué la Iglesia conserva estas prácticas si, al parecer, los primeros discípulos no ayunaban, al menos no tanto como los judíos piadosos?
La propuesta del ayuno y la abstinencia tiene un significado que puede olvidarse: si ayuno es porque quiero poner atención a mis ansias de tener, de gozar, a costa de todo. Si ayuno es porque quiero ser más consciente del hambre y la necesidad terribles que padecen millones de hombres y mujeres; a ellos me quiero unir, y con ellos quiero trabajar por una realidad más solidaria, sensible y justa. Ayuno porque me siento unido al “Novio”, a Jesús, que nos invita a todos a construir un mundo que sea como un gran banquete para todos, la fiesta de la vida compartida, disfrutada, entregada; un mundo en comunión festiva. Si ayunas, hazlo por esta razón.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero C.M.
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