Comienzos en el Edén y en el desierto

por | Feb 15, 2024 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús obedece hasta la muerte de cruz.  Esto lo hace él para llevarnos a Dios y a los comienzos en el Edén y en el desierto, y para hacernos justos a todos, lavados en las aguas del nuevo nacer.

Se queda Jesús en el desierto cuarenta días, lo que remite, en primer lugar, a los comienzos en el Edén. Esos comienzos dan a conocer la vida buena que llevan Adán y Eva. No cabe duda de que es una vida de unión, bondad, verdad, belleza y comprensión en un lugar ameno. No falta allí el alimento. Y se puede suponer que las fieras no hacen daño. Pues se le encarga a Adán no solo guardar y cultivar el jardín, sino también dar nombre a los animales.  Y no importa que sean domésticos o salvajes.

Pero los comienzos en el Edén no están del todo libres de la prueba, de la tentación. Y al caer en ella nuestros primeros padres, la vida buena se les hace dura. En vez de unión, hay desunión. También por la desobediencia de Adán, la comida y las demás buenas cosas ya faltan. Le toca ahora comer del suelo con fatiga y comer el pan con el sudor de su frente. Por la misma desobediencia además los humanos nos hacemos pecadores.

Se nos remite, en segundo lugar, a los comienzos en el desierto del pueblo de Dios durante cuarenta años. Los de ese pueblo experimentan allí la cercanía y la providencia de Dios y logran enterarse de lo que él manda. Mas esas experiencias se entrelazan con las pruebas que dejan claro que no son ellos fieles a él del todo.

Se nos llama a los nuevos comienzos. 

Fieles y obedientes a Dios nos quiere el que se queda en el desierto cuarenta días. Es más fuerte él que Satanás y vive en paz aun entre alimañas y le sirven los ángeles. Y todo esto da a entender que Jesús, sí, introduce la nueva creación y hace surgir el nuevo pueblo de Dios. Él es, en persona, la cercanía del reino de Dios. No hay duda de que a él se refiere Is 11, 1-9.

Pero tener parte con él, en los nuevos comienzos, en el reino de Dios, quiere decir que hay que arrepentirse. Y creer a la vez en la Buena Noticia. Es decir, hemos de cambiar nuestra forma egoísta de pensar y actuar por la forma abnegada de pensar y actuar de Jesús. En otras palabras, nos toca vivir y morir en el servicio de los pobres (SV.ES III:359). Quiere decir esto, claro, que hemos de fiarnos de la Providencia y renunciarnos a nosotros mismos para seguirle. Hasta entregar nuestros cuerpos y derramar nuestra sangre. Morir y vivir así, compasivos al igual que él, lleva a que seamos humanos de modo pleno (SV.ES XI:561).

Señor Jesús, deja tu Espíritu empujarnos al desierto. Háblanos al corazón, para que tengamos parte en los nuevos comienzos.

18 Febrero 2024
Domingo 1º de Cuaresma (B)
Gén 9, 8-15; 1 Pd 3, 18-22; Mc 1, 12-15

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