Hay una frase que describe lo que suele ocurrir cuando alguien creíble empieza a hablar: «Cuando él o ella se levanta para hablar, ¡todo el mundo escucha!». Se podría decir que esa persona creíble tiene una autoridad única, entendida como una influencia que no procede sólo del sonido de las palabras, sino de algo más profundo en su interior. Es una resonancia de la verdad, una especie de eco con lo que realmente importa.
Y así, Abraham Lincoln en Gettysburg: «Que esta nación, bajo Dios, tenga un nuevo nacimiento de libertad… que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no perezca de esta tierra». O Martin Luther King en Montgomeryville: «¿Cuánto tiempo (tardará en hacerse justicia?) No mucho, porque el arco moral del universo es largo, pero se inclina hacia la justicia».
Justo al comienzo del Evangelio de Marcos, oímos a alguien que se dirige a una multitud y habla con autoridad. Predica con algo más que el sonido de sus palabras, con una convicción que brota de lo más profundo de su ser. Se trata, por supuesto, de Nuestro Señor Jesús, que no sólo está lleno de esa autoridad, sino que a lo largo de todo el Evangelio la refuerza con sus hechos milagrosos.
Es el Señor Jesús que se hace eco de la voz de su Padre querido, de su Abba que es Dios. Y para ir más lejos, Jesús es una voz no sólo de hace 2000 años, sino que, por haber resucitado de entre los muertos, es una voz que nos habla de la verdad y del amor de Dios ahora mismo.
Esto plantea varias cuestiones. En primer lugar, ¿escucho estas palabras en el presente, como si fueran pronunciadas aquí y ahora? ¿Escucho lo que dice —y lo que hace— como dirigido a mí en este mismo momento? En otras palabras, este Evangelio que escuchamos durante todo el año no es sólo una biografía de Jesús, un libro que enumera sus acciones y registra sus palabras. Es Jesús resucitado, hablándonos a ti y a mí aquí y ahora. Darnos cuenta de ello nos hace escuchar de manera diferente. Me desafía a estar abierto y receptivo, como si me estuviera hablando ahora mismo, y no sólo «como si», sino como si realmente estuviera sucediendo en este instante.
Una segunda cuestión: ¿a qué voces atribuyo autoridad en el mundo actual? Es decir, a quienes no hablan con un sonido superficial y superficial, sino a personas cuyas voces resuenan con el eco de la verdad y la autenticidad.
Un ejemplo sería algo que el papa Francisco dijo hace un tiempo sobre una cualidad que le gustaría ver en todos los que sirven en la Iglesia, y especialmente en el clero. «Estos pastores deben tener olor a ovejas». Los que ejercen el ministerio deben estar inmersos en el mundo de las personas a las que sirven, en contraposición a hablar desde una altura lejana, en un mundo completamente distinto, y no el de la experiencia cotidiana. La frase del papa suena a verdad reconocible.
Y para nosotros en la Familia Vicenciana, especialmente, las palabras y los escritos de san Vicente resuenan con esa autenticidad evangélica.
«Hablar con autoridad», con palabras que vienen del autor, y, de hecho, del Sagrado Corazón de ese autor, Jesucristo, cuyo mensaje viene a nosotros en este día, tiempo y lugar. Ven Señor Jesús…
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