En el cementerio de Montparnasse, uno de los más famosos de París, descansan los restos de muchos grandes intelectuales y artistas, actores de teatro, escritores y por qué no decirlo, eminentes figuras de la vida eclesial. Haciendo el recorrido por estos mausoleos, nos encontramos con la tumba de Jean Paul Sartre y de Simone de Beauvoir, ilustres figuras, él considerado el padre del existencialismo y ella una abanderada del feminismo moderno.
Llama la atención, que la tumba de estos dos ilustres personajes de fama mundial, tiene una lápida de mármol muy bien elaborada, con los solos nombres de ellos. Es una tumba fría como fría es la muerte, sin ningún símbolo religioso ni pagano, y más aún, sin una flor que evoque su recuerdo. Y a pocos pasos de allí, qué sorpresa el encontrar una cruz de piedra, con un nombre en alto relieve, con esta inscripción: SOR ROSALIA…con esta leyenda en su base: A sor Rosalía, sus amigos agradecidos, los pobres y los ricos”. Pero a pesar de que su nombre es poco reconocido en el mundo político y literario, su figura después de más de 150 años sigue siendo viva, como lo demuestra su sepultura como si hubiera sido exhumada en la mañana de hoy: siempre flores frescas evocan su amor a Dios, su caridad solicita para pobres y ricos, y su imagen santa que ha traspasado el espacio y el tiempo, ya los santos nunca envejecen como bien lo dijo Juan Pablo II.
Juana María, habiendo terminado su formación inicial de Hija de la Caridad, llegó a la única casa que tuvo a lo largo de su prolongada vida, Mouffetard. Para siempre será conocida como Sor Rosalía Rendu. A pesar de su frágil cuerpo y su débil salud, Rosalía trabajó duro para abrir una clínica, un orfanato, una farmacia, un centro de acogida para madres jóvenes y pobres sin recursos… creó, en fin, una densa red caritativa. Ajena a toda idea política, Rosalía y sus hermanas las Hijas de la Caridad, y los jóvenes que se formaron en su escuela como el Beato Federico Ozanam y sus compañeros, hicieron frente a las duras epidemias de cólera que se cebaron con los más pobres en 1832 y 1846. Sin olvidar que, se acercaron a las barricadas levantadas durante las revoluciones de 1830 y 1848, para ayudar a todos los soldados heridos, fueran del bando que fueran.
Su inspiración para nosotros:
1. De su humana debilidad a la fortaleza misteriosa de Dios:
Sor Rosalía, como ya lo afirmábamos, no tenía una constitución física robusta, y esto se palpó desde su tiempo de Seminario, siendo así, fue enviada a tomar otros aires en a la calle de Francs¬Bourgeois-Marcel donde pasaría el resto de su vida. Nos preguntamos entonces ¿de dónde tuvo tanta energía para tan gigantesca obra como la que hizo? La convincente respuesta nos la ofrece Juan Pablo II quien la beatificó, entonces dijo de ella: “Su caridad fue original. ¿De dónde sacó la fuerza para llevar a cabo tantas cosas? De su intensa vida de oración y la oración continua del Rosario, que nunca abandonó. Su secreto era simple: ver el rostro de Cristo en cada hombre y mujer, como una verdadera hija de San Vicente de Paúl, y como otra hermana de su época, Santa Catalina Labouré…” (Fragmento de la homilía. 9 de noviembre de 2003).
Ante lo que realizamos en nuestro trabajo apostólico y misionero, la efectividad o el fracaso, ha de movernos a revisar cómo es la calidad de nuestra comunicación con el Señor, todo lo demás es accesorio y secundario, pero no por ello importante para la obra que el Señor no ha entregado.
No hemos de olvidar, que los asuntos importantes para nuestra vida, han de ser consultados a los pies del Sagrario, y como San Vicente decirle al Buen Dios “Señor, si tú estuvieras en mi lugar, ¿qué harías en esta ocasión?”
2. Su vivencia en medio de las incomprensiones:
Sor Rosalía fue una personalidad extraordinaria, respetada y amada en la Comunidad, en el mundo religioso y social, pero su figura no fue exenta de cruces e incomprensiones. Consultada por políticos y altas esferas gubernamentales, obispos, literatos, universitarios… ¿cómo no recordar el conflicto sangrante entre el P. Nozo y los Padres Etienne y Aladel? La noticia de este conflicto se publicó en los periódicos, de modo que todo París hablaba de ello. Por fin el Arzobispo de París se decidió a intervenir y redactó un documento de interdicción contra el Padre Etienne, el Padre Aladel y otras personalidades. Sor Rosalía intervino pidiendo al Arzobispo que apaciguara las cosas. Naturalmente, esta realidad y otras le trajeron sinsabores, que, no obstante, ella supo afrontar con fe y esperanza, sin claudicar a sus principios, haciendo que reinara la paz y la caridad.
La vida comunitaria, ha de ser según el querer de San Vicente “un pequeño cielo en la tierra”. Este es el ideal, pero cuán difícil es el vivirlo en la realidad de cada día, somos humanos con grandes virtudes que, van entrelazadas con no pocas debilidades; es ahí donde está el camino de purificación y de santidad. Viene bien, en estos momentos la carta del Papa Francisco sobre San José, en el numeral 5 nos invita a la valentía creadora como lo hizo San José en Belén, nosotros como él “podemos planear, inventar y encontrar” soluciones para la vida personal, apostólica y por qué no decirlo, para la vivencia de cada día en la fatiga comunitaria, pues encontramos aquí y allá dificultades y puertas que se nos cierran, pero no horizontes nublados y
nuevas puertas por descubrir y abrir.
3. Hacia los pobres, uniendo sus manos con las de los jóvenes:
El papel del laicado dentro de la Iglesia estuvo opacado durante muchos siglos. En el siglo XVII san Vicente de Paúl, para darle un rol especial a los laicos, tuvo la inspiración de hacer que las mujeres fueran protagonistas en el servicio de los pobres, fundando la AIC, la más antigua Asociación laical femenina, que sigue siendo en la Iglesia hoy, una asociación extendida en el mundo, haciendo gran bien a los pobres. Pero en el campo de los hombres, hubo que esperar hasta el siglo XIX, para que un joven universitario Federico Ozanam, diera vida a la Sociedad de San Vicente de Paúl.
Pero surgió, una figura a la sombra del universitario Ozanam: la Madre Rendu. Ella lo acogió en su casa y más aún en su corazón, lo llevó de sus manos hacia los pobres, y le ayudó en su formación espiritual y vicentina, haciendo que los pobres fueran su pasión. Seguramente, si no hubiera sido por ella, no existiría hoy la Sociedad de SVP la más grande y difundida rama de nuestra familia.
La Familia Vicentina es privilegiada. ¿Qué otra familia religiosa tiene los laicos que nosotros tenemos? Esa es una de nuestras glorias, pero no podemos vivir de laureles grandes y brillantes, en nuestras manos está el atraerlos a la Comunidad, acompañarlos en su formación, y con ellos a la par, laborar día y noche en la evangelización de los pobres. Este camino lo abrió sor Rosalía, ahora a nosotros corresponde el continuarlo.
Que la oración colecta de su memoria, que oramos en la Liturgia de las Horas y en la Eucaristía, llegue hasta el corazón del Padre de toda bondad y misericordia:
Oh Dios, que concediste a la Beata Rosalía Rendu,
virgen, tu espíritu de amor,
para ayudar a los necesitados y abandonados,
concédenos, a ejemplo suyo,
la alegría de reconocer a Cristo en los pobres
y de servirle con amor infatigable.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
P. Marlio Nasayó Liévano, CM
Fuente: https://www.corazondepaul.org/
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