Las historias pueden ser fuente de gozo. Y si alguna vez ha habido una historia que ha provocado deleite entre los creyentes, es la de aquellos tres viajeros de Oriente que no sólo siguieron una estrella brillante, sino que reverenciaron su fuente cuando la reconocieron en el niño Jesús, y luego siguieron ese resplandor mientras tomaban una nueva dirección. Su alegría nos habla de algo que brilla en el interior de cada creyente desde entonces.
En primer lugar, estos tres sabios tienen visión para la luz, están abiertos a los destellos de la presencia de Dios en su mundo. ¿Qué tipo de cosas sensibilizarían nuestros ojos a la luz de Dios y nos llamarían a seguir adelante?
Incluirían ciertamente la reunión en la Misa dominical y, mientras estamos allí, abrirnos a las Escrituras, al ejemplo de los creyentes que nos rodean y, desde luego, a la venida de nuestro Señor Eucarístico. Luego están las prácticas cotidianas: la oración, el acercamiento generoso al prójimo y la atención a los pobres de Dios.
Por otra parte, estos tres Reyes no sólo descubren la presencia de Dios, sino que se arrodillan ante ella, la reverencian. Se conmueven y dejan que la presencia de Dios se refleje en sus respuestas a la vida que les rodea. ¿De qué manera la visión que Jesús tiene de las cosas impregna nuestra perspectiva? ¿Qué problemas y preocupaciones surgen cuando miramos el mundo con los ojos de Jesús?
Finalmente, a causa de lo que han visto, estos tres viajeros cambian de dirección y emprenden un nuevo camino. Su seguimiento de este Camino comienza a tener una influencia sobre lo que importa más y lo que importa menos en sus vidas. Son conducidos por otros caminos expuestos por el resplandor de esa misma luz que es la cercanía de Dios.
Para los que queremos seguir su camino, surgen acciones similares. Y así, no sólo disfrutar de la luz, sino dejar que ilumine caminos trazados por el Evangelio, dejar que se convierta en esa aura convincente al final del túnel, dejar que se convierta en un faro para que más de la Palabra de Dios irradie en este mundo.
Aunque hay alegría en la historia de estos tres Reyes en su viaje hacia el oeste, esa alegría significa algo más que escuchar su historia. En el espíritu activo de nuestro San Vicente, se traduce en el tipo de acciones que aportan más sustancia y cuerpo a la luz de Cristo que siempre brilla entre nosotros.
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