“Si quieres puedes sanarme”
1Sam 4, 1-11; Sal 43; Mc 1 40-45.
Los hijos de Elí no respetaban al Señor, comían las ofrendas antes de ser presentadas al Señor y ahora buscan usarlo para su conveniencia, llevando el arca de la alianza de Dios a la batalla. Pero Dios no puede ser usado como un amuleto; nuestras acciones rompen la alianza de amor que Dios nos ofrece.
Muchas veces hemos obrado como los hijos de Elí, viviendo sin agradecer al Señor todos los dones que recibimos; disfrutamos pensando que han sido logros personales, que lo hemos hecho por nosotros mismos, sin reconocer que todo es gracia de Dios.
Cuando somos capaces de reconocer nuestra condición, por muy enfermo que pueda estar nuestro cuerpo o nuestro corazón, si confiamos en Jesús como el leproso del evangelio seremos capaces de ver cómo Dios vence y rompe nuestras ataduras.
El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo. (CIC 1849).
Repitamos con humildad y confianza un millón de veces: “Si quieres puedes sanarme”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Norma Leticia Cortés Cázares, Medalla Milagrosa de Monterrey.
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