“El Señor es un Dios que sabe, Él es quien pesa las acciones”
1 Sam 1, 9-20; 1 Sam 2; Mc 1, 21-28.
En la primera lectura meditaremos sobre el dolor de una mujer por no poder ser madre y su oración ante este pesar. En lugar del Salmo acompañamos el Cántico de Ana, mamá del profeta Samuel, en él glorifica el actuar de Dios ante lo bueno y lo malo, el bien y el mal que puede acontecer en la vida. Lo mismo hizo la Virgen María después de dar el “sí” para ser la Madre de Jesús. Si comparamos ambos cánticos encontraremos grandes similitudes, esto nos deja ver que la Virgen María meditaba las Escrituras hasta el punto de hacerlas suyas.
Del mismo modo lo hizo Jesús; el evangelio nos narra que enseñaba como quien tiene autoridad, con tal fuerza, que hasta los espíritus inmundos le obedecen.
Cuando queremos abandonar algún vicio o mal hábito, si nuestra fe fuera al menos como un grano de mostaza no dudaríamos de que, pidiéndole a Jesús librarnos de ello, lo lograremos.
Hay comportamientos concretos cuya elección es siempre errada porque ésta comporta un desorden de la voluntad, es decir, un mal moral. No está permitido hacer un mal para obtener un bien. (CIC 1761).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Norma Leticia Cortés Cázares, Medalla Milagrosa de Monterrey.
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