Homenaje al Rey de los judíos y de todas las naciones

por | Ene 5, 2024 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es el Príncipe de la paz y lleva en sus hombros el señorío.  Se llega a él, para que se le haga homenaje, por el camino de los magos.

Llega a Jerusalén unos magos de Oriente.  Buscan al rey de los judíos recién nacido para hacerle homenaje. 

Al oír esto, Herodes se turba y toda Jerusalén con él.  Es que el designado por Roma rey de los judíos teme por el trono que ha usurpado.  Y los que viven allí temen la medida cruel que tome el rey para desahogarse de su preocupación.

Y al fin, él les dice a los Magos que vayan a Belén a buscar al niño.  También les pide:   «Cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a hacerle homenaje».  Herodes, claro, no le quiere hacer homenaje al niño.  Busca, más bien, matar a su rival.

Queda claro, pues, que al nacer Jesús, no lo acogen los con poder.  Los que presiden en el culto y los que estudian la ley y los profetas saben dónde encontrarlo.  Pero se quedan indiferentes; no se molestan en localizarlo.  Tienen miedo de dejar sus puestos de poder, riqueza e influencia.

Y el déspota lo quiere muerto a su rival.  Pues pensar que él ya no es primero o jefe con poder de tiranizar y oprimir a los demás, esto no lo puede soportar.

Parece, pues, que la sola verdad que conocen Herodes y los sumos sacerdotes y los escribas es su propia persona.  Se parecen encerrar en sus intereses.

Ver y captar la verdad más grande y digna de nuestro homenaje 

No, los Magos no conocen la Escrituras hebreas.  Miran hacia el cielo para buscar las señales de la verdad más plena.  Admiten así que no conocen la verdad completa.  Intuyen que ella es más grande que ellos.  Entonces, ¿no son ellos del grupo, al cual le dice Jesús:   «No será así entre vosostros»?

Pero los Magos no buscan y leen las señales en los cielos no más.  Emprenden también un viaje largo, duro y arriesgado.  A veces, por no ver la estrella, se ven ellos en la incertidumbre.  Y cuando la estrella brilla se llenan de inmensa alegría.  Pero al fin, encuentran al que buscan.  Pues los que buscan al Señor de todo corazón no lo dejan de encontrar (véase Jer 29, 13).  Por lo tanto, lo reciben a Jesús esos que no son de los suyos, y los acoge él.

Y hay que felicitarles, pues logran ver al rey de los judíos en el niño que está con María, su madre.  Los dos están en su casa, no en un palacio.  Pero de todos modos, los Magos caen de rodillas y le hacen homenaje al niño.  Ellos «le dan vuelta a la medalla» y ven en el niño al Hijo de Dios (SV.ES:725).  Y le traen regalos de oro, incienso y mirra.  Es decir, reconocen el inestimable valor del niño. Ven que es digno de homenaje y se merece cuidados y caricias, no hostilidad y odio.

Pero no podemos realmente superar al niño en dar regalos. Pues él mismo es el regalo que nos da Dios. Y, al fin, entregará él su cuerpo y derramará su sangre por nosotros.

Señor Jesús, concédenos a los que creemos en ti hacerte homenaje al servir nosotros a los pobres al igual que tú. 

7 Enero 2024
Epifanía del Señor
Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3a. 5-6; Mt 2, 1-12

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