“Ven Señor, rey de justicia y de paz”

Jer 23, 5-8; Sal 71; Mt 1, 18-24.

El evangelio de hoy nos relata la venida de Jesús al mundo en circunstancias muy ajenas a la tradición judía, pues María y José estaban comprometidos, pero aún no vivían juntos cuando ella quedo encinta por gracia del Espíritu Santo.

Hoy existen situaciones semejantes, pero que no son obra de Espíritu Santo, sino, tal vez, de una vida desordenada, en la que predomina el sentir y el placer, por encima de la razón y del amor. Ya no es la simple rebeldía de ir en contra de costumbres religiosas, sino de una sociedad con miedo al compromiso. ¿Cuántas madres solteras hay, solas, abandonadas? Y ¿cuántos pequeños no llegaron a ver la luz del día?

Cuando José se enteró que María estaba embarazada lo abrumó la confusión, incluso pensó en abandonarla; pero aún en esa confusión pensó con un corazón bondadoso, para que María no fuera castigada. Necesitamos muchos hombres santos como José, valientes, amorosos, responsables, trabajadores, benevolentes, justos, custodios.

Hombres que acepten el reto de cuidar a sus hijos, que también son hijos de Dios, por el bien integral de la familia.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Grupo de fieles laicos de la Rectoría La Sagrada Familia, Chihuahua, México.

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