“Estén siempre alegres, oren sin cesar y den gracias a dios en toda ocasión”
Is 61, 1-2. 10-11; Lc 1; 1Tes 5, 16-24; Jn 1, 6-8. 19-28.
No puede haber ninguna clase de vida cristiana sin que la oración este presente, ya que para el cristiano la oración debe ser como comer o respirar.
Por el Bautismo somos hechos hijos de Dios, tocados por su gracia y llamados a vivir en comunión con Él.
Quizá cuando intentamos orar no sepamos qué decir o qué hacer, si dar gracias o pedir; pero si lo hacemos desde el corazón descubriremos lo que la oración hace en nuestra vida y cómo se convierte en una comunicación que nos llenará de paz y felicidad. Si comprendemos que orar no es solo hablar sino también escuchar, podremos sentir cómo la Palabra de Dios llega hasta nuestros corazones. Ésta se convierte ya no solo en una enseñanza que viene del pasado, sino en Palabra Viva. Así, el Espíritu Santo actúa para crear un lazo entre esa Palabra y nuestra realidad, y comprendemos lo que Dios nos dice, la respuesta que da a nuestras preguntas y el proyecto que tiene para nosotros(as). Busquemos siempre permanecer en gracia, cercanos a Jesús, llevando una vida activa con oración individual y colectiva. Pidiendo por las necesidades de nuestros hermanos.
Estemos atentos, no dejemos nunca de orar.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Grupo de fieles laicos de la Rectoría La Sagrada Familia, Chihuahua, México.
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