Hace muchos años, yo estudiaba en un instituto vicenciano, en una clase en la que se copiaba mucho. Uno de los factores que lo propiciaban era la disposición de los pupitres, muy juntos y en filas ascendentes, lo que facilitaba mirar por encima del hombro de alguien. Era tan fácil que incluso a los alumnos que querían ser honestos les costaba resistirse porque todos los que estaban a su alrededor les robaban las respuestas.

Uno de los profesores se dio cuenta y decidió hacer algo al respecto.

Lo que hizo no fue sólo reorganizar los pupitres, sino también repartir exámenes por separado a los distintos alumnos. Esto no sólo hizo más difícil que los menos honestos hicieran trampas, sino que también facilitó que los más honestos siguieran siendo honestos. Así que este profesor no sólo deseaba más justicia, sino que también tomó medidas muy concretas para conseguirla. Dicho de otro modo, deseaba más honradez en clase y, además, tomó medidas para conseguirlo.

Este incidente aborda un doble tema que este tiempo de Adviento está poniendo de relieve.

El primero es que algo (alguien) maravilloso está por llegar. Está ahí fuera, delante de nosotros, a punto de suceder. Y eso, por supuesto, es la venida de Dios a nuestro mundo, la propia Persona de Dios, el niño Jesús, entrando en nuestras vidas.

La segunda lección es más sutil, pero igual de útil para nuestra fe. Y es que hay cosas que podemos hacer para facilitar la venida de Cristo.

¿Acaso no es ese el consejo de Isaías?: «Preparad el camino. Enderezad el camino para que a la gente le resulte más fácil recorrerlo». Y no hace lo mismo Juan el Bautista: preparar el camino del Señor ayudando a rellenar esos diferentes valles que impiden la acogida del pueblo al Señor.

Esta es la segunda lección: no sólo esperar al Niño Jesús, sino también hacer cosas que faciliten a los creyentes su acogida, que allanen el camino para su venida.

Como aquel maestro que daba esos pasos para facilitar la honestidad, también nosotros estamos llamados a acciones que nos preparen para recibir a Dios, comportamientos que nos hagan a nosotros mismos y a los demás más receptivos a la Nueva Vida que llega esta mañana de Navidad. ¿Cuáles son algunos de esos caminos que hay que allanar, algunos de esos valles que puedo ayudar a rellenar?

Por ejemplo, atenciones o disculpas a otra persona, que le permitan escuchar mejor la voz de Dios en la vida. ¿Qué ánimos puedo dar a mi prójimo que le permitan ser más receptivo a la presencia amorosa de Dios que nos rodea? ¿Qué acciones en nuestras vidas, y en la vida de nuestra nación, plantearán desafíos a las falsedades y facilitarán que entre más verdad de Dios?

¿El mensaje de Adviento? No sólo acoger la llegada del Señor, sino también dar los pasos que faciliten su nacimiento entre nosotros. Esto estaría también muy en el espíritu de Vicente, trabajando activamente para limar asperezas en los caminos por los que el Señor viene siempre entre nosotros.