¿Estás listo para el comienzo de un nuevo año litúrgico? Las lecturas del mes pasado han tenido un aire apocalíptico, de fin del mundo y de juicio final. Todas conducen a la Solemnidad de Cristo Rey. Todo el año litúrgico culmina con la confesión de Cristo como Señor y Soberano de nuestras vidas. Uno puede sentir el poder y la entrega que conducen a este punto, unidos a la afirmación que suscita en nosotros.
Ahora, sin embargo, con el primer domingo de Adviento, comenzamos un nuevo año. Volvemos a las historias de un pueblo del Antiguo Testamento que anhela la llegada del Mesías. Tenemos esta frase maravillosa y llena de esperanza al final de la lectura del profeta Isaías::
Pero tú, Señor, eres nuestro padre;
nosotros somos el barro y tú el alfarero:
todos somos obra de tus manos.
Este papel del Dios de Israel conduce al anuncio de Juan el Bautista en los domingos siguientes. El tiempo de Adviento proclama cuatro veces la historia de la Encarnación, cuando el Mesías toma forma en el seno de María. Después, Jesús nace entre nosotros: la Navidad.
¿Puede ser un reto para algunos de nosotros comenzar otro año litúrgico con impaciencia, para escuchar de nuevo las historias de Jesús con las que estamos tan familiarizados? Se nos pide que le sigamos de nuevo por los mismos caminos y que nos encontremos con las mismas personas. Volvemos a escuchar las experiencias de los milagros que realizó y los discursos que predicó. Aparentemente, nada de esto nos sorprende.
¿Es posible que, a medida que envejecemos, estemos tan acostumbrados a las palabras y obras de Jesús que dejemos de conmovernos? No estamos optando a propósito por cerrar nuestros oídos, pero puede que nuestra atención tenga un límite. Realmente, ¿cuántas veces leemos el mismo libro o asistimos a la misma película? Aunque esta no sea nuestra actitud, ¿puede tener este efecto involuntario?
Marcus Borg escribió hace algunos años un libro cuyo título capta constantemente mi imaginación y eleva mi pensamiento. Me pregunto cómo escribiría yo ese texto. El nombre del libro es «Meeting Jesus Again for the First Time» [Encontrarse de nuevo con Jesús por primera vez]. Se puede discernir la astucia de la aparente contradicción. ¿Cuántas veces necesito volver a encontrarme con Jesús en los mismos lugares, haciendo las mismas cosas, pronunciando las mismas palabras? ¿Cuán diferente es, y necesita ser, cada experiencia? ¿En qué medida me cambia el encuentro como si, por primera vez, estuviera realmente presente y escuchando con los ojos y los oídos bien abiertos?
El calendario litúrgico nos convoca a renovar nuestro compromiso y devoción a Cristo al comienzo de cada año, para volver a encontrarnos con Él por primera vez. Oramos pidiendo corazones despiertos y sobrios. ¡Qué bendición!
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