“Les aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande”

Is 2, 1-5; Sal 121; Mt 8, 5-11.

Al entrar Jesús en Cafarnaúm se le acercó un centurión y le rogó: -Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos. Jesús le contestó: –Yo iré a curarle. Pero el centurión replicó: –Señor no soy digno de que entres bajo mi techo, basta que digas una palabra y mi criado quedará sano. Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: ¡Les aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande! (Mt 8, 10). En este acto de humildad, el centurión reconoce a Jesús como el único con poder real para recuperar la salud de su criado, y Jesús se admira de la fe que expresa el centurión y de que se acerque a Él con confianza y humildad para pedir la salud de su trabajador (del prójimo). Jesús nos deja una enseñanza muy grande: La salvación será para los que tengan fe, como la del centurión.

Señor Jesús, aumenta nuestra confianza en ti para que, a semejanza del centurión, confiemos en tus enseñanzas y en tus promesas, y así transformes nuestros corazones. ¡Bendito San José, aumenta nuestra fe!

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Grupo de fieles laicos de la Rectoría La Sagrada Familia, Chihuahua, México.

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