“Estén atentos y oren en todo tiempo”
Dn 7, 15-27; Dn 3; Lc 21, 34-36.
La oración es un diálogo franco y sincero con Dios. Jesús es el maestro de la oración.
En los evangelios se encuentran muchos momentos en los que Jesús hace oración: Subía al templo de Jerusalén a orar (Lc 2, 40-50), ora durante su Bautismo (Lc 3, 41), en los 40 días de ayuno en el desierto (Mt 4, 1-11), cuando eligió a los doce apóstoles (Lc 6, 12-16) y cuando hacia milagros. Pasaba noches enteras en oración (Mt 14, 23) y también de madrugada (Mc1, 35); oró en la Última Cena (Jn 17), en el Huerto de los Olivos (Mt 26, 36) y en La Cruz (Lc 23, 34 y 36); oró en la agonía (Lc 22, 43), con lágrimas (Heb 5, 7) y con sangre (Lc 22, 44). Además, nos regaló una oración especial para hacerlo nosotros, el Padre Nuestro.
Jesús nos invita a orar en todo momento y lugar, para experimentar su presencia en nosotros, para reconocerlo como el centro de nuestra existencia, para que él penetre en nuestros corazones, para ser fuertes en las pruebas, para dejarnos llevar por el Espíritu Santo y no por nuestros instintos, para ponernos a su disposición y a la del prójimo, y para no caer en la tentación.
Señor, permítenos descubrir en la oración el camino que nos conduce a ti.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Grupo de fieles laicos de la Rectoría La Sagrada Familia, Chihuahua, México.
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