“El Señor es mi pastor, nada me faltará“
Ez 34, 11-12. 15-17; Sal 22; 1 Cor 15, 20-26. 28; Mt 25, 31-46.
Estamos ya finalizando otro año litúrgico. ¿Cómo lo hemos vivido? ¿Fue de provecho? ¿Cuál ha sido la cosecha? Cada día es una oportunidad favorable de salvación, ¿estamos conscientes de ello?
El pasaje de hoy nos dice que cuando venga el Hijo del Hombre se sentará en su trono de gloria para reunirnos a todos ante su presencia, y separará a unos a su derecha y a otros a su izquierda, en función de lo que cada uno hayamos vivido. Será el final de los tiempos. Y este anuncio no es para que sintamos miedo, pues el mismo Profeta de Galilea nos ha dado la clave para poder ser de las ovejas que pondrá a la derecha: La clave son las obras de misericordia, actitudes de verdadero y profundo amor hacia los pobres y necesitados. Así lo entendió y vivió San
Vicente de Paul, quien afirmaba: “No podemos asegurar mejor nuestra felicidad eterna que viviendo y muriendo en el servicio de los pobres” (SVP II, 392).
Por su parte, San Juan de la Cruz nos recuerda: “Al atardecer de la vida nos examinarán en el amor”.
¿Hemos vivido para los pobres, reconociendo en ellos la presencia viva de Jesús?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: María Raquel Estrada Díaz, laica colaboradora de la parroquia de La Medalla Milagrosa de Puebla, México.
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