“Mi casa es casa de oración”
1 Mac 4, 36-37, 52-59; 1 Crón 29; Lc 19, 45-48.
A lo largo de la semana hemos estado escuchando pasajes relacionados con el camino que va recorriendo Jesús para llegar a Jerusalén. Hoy, por fin, arribó, y al entrar a la ciudad se dirige al templo encontrándolo convertido en un “mercado”. Esta escena es una de las pocas donde Jesús se muestra enojado, recordándoles que está escrito: “Mi casa es casa de oración y ustedes la han convertido en cueva de asaltantes”.
Desde el día en que recibimos los sacramentos del Bautismo y la Confirmación somos templos vivos del Espíritu Santo, que habita en nosotros, por lo que hoy esas mismas palabras las podría decir Jesús a nosotros.
¿Soy consciente de que con mi cuerpo (mente, corazón, acciones, palabras) estoy invitado a ser templo de oración en la cotidianidad de mi vida? ¿Me percato de que muchas veces he descuidado mi cuerpo? ¿En qué lo he convertido? Quizá en una máquina de trabajo arduo sin darle tiempo para descansar; quizá mis piernas solo las vea como un vehículo para desplazarme de un lado a otro; tal vez solo lo utilizo como un maniquí para vestirlo a la moda.
¿Qué me resuena o qué me interpela del “reclamo” que hace Jesús en este pasaje?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: María Raquel Estrada Díaz, laica colaboradora de la parroquia de La Medalla Milagrosa de Puebla, México.
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