Una lectura de la Medalla Milagrosa desde la periferia

por | Nov 16, 2023 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Algunos insisten en que estas devociones populares son nada más que supersticiones. Otros dicen que son los instrumentos disfrazados de la opresión. Desde un ángulo esto pareciera la verdad. Otro análisis es posible, sin embargo, desde la perspectiva de los pobres.

Para los pobres y los afligidos el sobrevivir es lo que importa y no la doctrina. Los golpeados por la vida buscan una salida de su existencia dura. Los excluidos de las cosas buenas de la vida, y con frecuencia aún de las necesidades básicas, esperan una señal de que Dios está con ellos. En esta situación, María aparece como la portadora de la presencia misericordiosa de Dios. Ella los acompaña en sus luchas y los ayuda a superar el mal en sus vidas. Ella es la madre cariñosa que entiende sus dolores y se preocupa por ellos.

Como servidores de los pobres, tenemos que entender estas preocupaciones fundamentales del pueblo. Quizás, aún más, tenemos que identificamos con estas preocupaciones. Tienen que tocar nuestra devoción mariana y teología. Si no, éstas se hacen algo añadido a la espiritualidad vicentina, y no una parte integral. Esto no es un llamado a abandonar la teología sistemática, sino una invitación a hacerla desde la perspectiva de los pobres. Significa permitir que las reflexiones que nazcan del sufrimiento y la opresión de los pobres sean parte de la dimensión mariológica de la espiritualidad vicenciana.

Desde 1830, la doble Familia de San Vicente ha promovido una devoción muy popular: La Medalla Milagrosa. En este artículo quisiera ofrecer una relectura de la medalla desde la periferia. Considero que muchas de estas ideas no son muy originales. Pero no se han aplicado a la medalla con frecuencia. Cuando vemos la medalla desde el lugar del pobre nos permite una interpretación que tiene sentido, no sólo para nosotros, sino para los pobres también.

La medalla de los pobres

Aunque la medalla fue manifestada a una Hija de la Caridad y promovida por la Doble Familia, siempre ha pertenecido al pueblo. Fue el pueblo el que insistió en ponerle el n ón.

La Medalla apareció en una época en que el racionalismo y el positivismo crecían. Con símbolos sencillos la Medalla llamó la atención a una presencia providencial sin medida. En un momento histórico que rechazaba los símbolos por ser sentimentales y supersticiosos. La medalla puso en las manos de los pobres una manifestación de la protección de Dios. Contra la sabiduría común, la medalla recordó una verdad muy humana: la necesidad de símbolos. Es decir, que la humanidad ha de expresar ciertas realidades invisibles (el amor, la fe, el compromiso) en formas simbólicas.

De este modo, la medalla no es un talismán mágico. Es la señal de la presencia de Dios con los pobres y los que no tienen importancia en la sociedad. A su vez, se hace una manera de expresar el compromiso del pueblo con el Dios que lo cuida.

Aunque la medalla fue manifestada a una Hija de la Caridad y promovida por la Doble Familia, siempre ha pertenecido al pueblo. La medalla de los pobres.

Obviamente el compromiso debería ser más que simplemente llevar la medalla. Significa una decisión de vivir el Evangelio o de entrar en el proceso de la Evangelización. La medalla en sí puede ser un medio de la Evangelización. Los símbolos grabados en la medalla son un compendio del Evangelio. Alguien ha llamado la medalla el catecismo de los pobres. Es cierto, porque permite que los analfabetos vean gráficamente unos aspectos importantes de la Buena Nueva. Aún más, es la verdad, porque todos educados o no pueden reflexionar sobre el mensaje de la salvación desde la perspectiva de los pobres. Eso significa una relectura de los símbolos, y sobre todo el Evangelio, desde la periferia o desde abajo.

María de la Medalla

La teología clásica siempre enfatizó la unión entre María y su Hijo, pero tenía la tendencia de separarla de la comunidad. El enfoque en sus privilegios personales la puso arriba de los demás cristianos. Al incluirla en el documento sobre la Iglesia, en vez de publicar un decreto especial, Vaticano II cambió la perspectiva de la mariología. Igual que la cristología, cuyo punto de partida ha cambiado de “arriba” a “abajo”, otro cambio en la mariología ha sido una reflexión que comienza con la María histórica.

No podemos olvidamos nunca de que la Virgen gloriosa era la mujer humilde de Nazaret. Era esposa de un obrero y crió a su hijo en la pobreza de un pueblito sin importancia. Siendo mujer galilea del primer siglo, no sólo experimentó la opresión social y económica de los pobres. También la marginalización religiosa de las mujeres judías. Las dificultades y las luchas del pueblo no son extrañas para ella porque eran parte de su propia experiencia. Ella representa la comunidad porque históricamente era miembro de la comunidad.

La Medalla Milagrosa habla de la Inmaculada Concepción, de la que encontró el favor de Dios, de María, llena de gracia desde el primer momento de su existencia. No es solamente su privilegio personal, sino un carisma dado para toda la humanidad. Dios ha escogido a una pobre de entre los pobres para participar en su acción salvífica.

María es “llena de gracia” porque Dios quiere salvar a toda la humanidad. La Inmaculada Concepción es parte de la Buena Nueva de un Dios que quiere salvar a su pueblo del pecado y sus secuencias. El dogma se hace un mensaje de esperanza para los pobres porque ofrece la esperanza de la liberación. El Dios que liberó a María también invita a los pobres a participar en su Reino.

La doctrina de la Inmaculada Concepción no debe hacemos olvidar el proceso continuo de María de responder a la presencia de Dios.

María es, sobre todo, el modelo de la discípula que escucha la palabra y la practica. No es la receptora pasiva que algunos quieren hacer. Tuvo que luchar con la tentación. No entendió siempre. Tuvo que tomar su propia decisión difícil de seguir a Jesús. Igual a todos los discípulos, tuvo que vivir el Evangelio en su situación histórica. Por eso Lucas pudo poner en sus labios las palabras del Magníficat. Su experiencia es la de todos los que dicen “sí” a Dios y “no” a lo que contradice su voluntad. Ella representa y está en solidaridad con los pequeños que reconocen las maravillas de la salvación. Más que nada, ella da voz a las esperanzas de los pobres que aguardan su liberación de la opresión. Dios actuará, como actuó en María, para liberarlos de la injusticia.

Los rayos de las manos de María

Santa Catalina explicó que los rayos son gracias que Dios quiere compartir con la humanidad. De una manera sencilla, Catalina escribe el misterio profundo de la intervención de Dios en la historia. Las promesas del Reino se hacen una realidad. El Reino ha comenzado y sigue irrumpiendo en las situaciones llenas del mal y de la desesperanza. Antes que nada, esto es buena noticia para los pobres.

Los rayos que vienen de las manos de María nos recuerdan que la salvación llega por medio de la humanidad. María representa la acción de Dios en y con los humanos en los momentos concretos de la historia. El Reino de Dios se realiza por la cooperación de los hombres y las mujeres en las situaciones de la vida.

La acción de Dios en la historia no es necesariamente un milagro extraordinario. La gracia tiene muchas formas. La buena noticia para los pobres puede ser la organización, la capacitación, la justicia o la solidaridad. La promesa de la vida nueva se realiza cuando las situaciones de la injusticia y del sufrimiento se cambian y se crea una nueva realidad para los pobres. Con frecuencia las señales de la presencia y la acción de Dios son las victorias pequeñas y ordinarias sobre el mal. Esto no las hace menos acciones de Dios o menos experiencias del Reino.

Los dos corazones

El centro del Evangelio es el amor. El amor de Dios toma forma humana en el amor de Jesús. Sólo tenemos que leer unas páginas de los Evangelios para ver las muchas maneras en que el amor fiel de Dios se puede vivir en las distintas situaciones. En cada escena Jesús intenta lograr el bienestar de la persona. A veces esto significa sanar a los enfermos o compartir con los hambrientos. En otros momentos El dice una palabra dura de desafío o una verdad difícil. Comió con los publicanos y las prostitutas y perdonó a los pecadores. Abrazó a los niños e invitó a los agobiados a traerle sus problemas. Los Evangelios no presentan un plan, ni agotan las posibilidades de comunicar el amor de Dios. Más bien señalan que la expresión del amor cambia según las circunstancias. Además de estas ideas generales, una cierta sensibilidad vicentina tiene que guiar nuestra reflexión hacia el corazón de Jesús en la medalla. Jesús es la palabra hecha carne, pero es la carne de un pobre. Todas las expresiones del amor mencionadas se hicieron desde la realidad de los pobres. Los primeros recipientes de su caridad son los más abandonados. Vino para predicar la Buena Nueva a los pobres. Ellos tienen un lugar especial en su Corazón.

El segundo Corazón de la Medalla es él de María. Ella tenía que vivir el Evangelio del amor. Tenía que encontrar las maneras de traducir el amor de Dios en los momentos concretos de su historia. Lo hizo de modo profundamente humano y maternal. La espada que penetra su corazón da eco a las palabras de Simeón, recordándonos que el amor exige un precio. Eso no es sólo el sufrimiento al pie de la cruz. Es el costo de seguir a su Hijo, quien está destinado para ser la causa de la caída y la resurrección de muchos.

El Corazón Inmaculado es más que el símbolo del amor de María a los hermanos más pequeños de Jesús. El símbolo nos lleva más allá de sus actitudes personales y sirve como modelo para todos los discípulos. Los pobres, los que están constantemente bajo su protección, han de ocupar un lugar especial en los corazones y las acciones de los seguidores de Jesús. En la misma manera de Jesús y María, que encontraron el modo de expresar el amor evangélico de acuerdo con los acontecimientos, tenemos que buscar los medios de hacer de la buena noticia una realidad en la vida de los pobres de hoy.

La cruz y la letra M

El misterio central del cristianismo es la muerte y la resurrección de Jesús. La salvación viene por medio del misterio pascual. La verdad de esta creencia se relaciona estrechamente con el mensaje del reino. La cruz y la resurrección no son acontecimientos aislados o agregados al final de la vida de Jesús; más bien son la consecuencia de su vida y su predicación.

La salvación llega por la cruz, pero esto no hace de nuestra fe un culto del sufrimiento. Jesús sufrió porque escogió ser fiel a su Padre y a su misión de anunciar el Reino. Su amor y su fidelidad nos salvan. Históricamente, la buena noticia no era buena noticia para todos. En frente de la oposición, Jesús decidió continuar su misión. La fidelidad a Dios su Padre y el amor a sus hermanos y hermanas fueron más importantes que cualquier otra cosa, hasta la preservación de su propia vida.

La cruz habla del amor y de la fidelidad, no como ideas abstractas, sino como realidades históricas. El mensaje del Reino puso a Jesús en conflicto con los que encuentran a Dios sólo en el poder y la belleza. Los que tienen interés en mantener un sistema de opresión y de injusticia rechazan los cambios necesarios para vivir como hermanos y hermanas. En tal situación de conflicto, Jesús escogió estar al lado de los pobres y los débiles. En su propio sufrimiento se identificó con los que sufren.

Desde la cruz cuestiona una imagen de Dios que toma el lado de los poderosos y justifica la opresión. La cruz nos dice que Dios se encuentra en los pobres y se solidariza con los sufridos. La fidelidad al Reino siempre significa una decisión de amar como Jesús.”

La decisión de seguir al Señor significa llegar a la salvación por el mismo camino que El anduvo. La nueva vida viene por medio de la fidelidad y el amor. Hablando prácticamente, esto implica tomar el lado de los necesitados.

La cruz es sólo vaciedad, dolor y fracaso, si no se entiende a la luz de la resurrección. La plenitud de la Buena Nueva es que Dios resucitó a su hijo fiel. La nueva vida sale de una situación desesperada. La muerte y la opresión no tienen la última palabra. Al fin, el amor de Dios, el mensaje del Reino, es victorioso

La letra M enlazada con la cruz habla de la participación de María en el misterio pascual. Por un lado, nos recuerda de su presencia en el Calvario y su propio sufrimiento de seguir a Jesús. En otro nivel, sin embargo, María representa a todos los discípulos. El Misterio Pascual tiene que ser el estilo de vivir de todos los seguidores de Cristo. El morir y el oprimidos como El lo hizo. Muchas veces esto significa el conflicto, el sufrimiento y un costo personal. El precio no es siempre la muerte. Los cambios de actitud, las inconveniencias, la incomprensión de los demás y numerosas dificultades pueden ser el costo de ser discípulo. El mensaje de la esperanza aquí es que nuestra salvación personal y la liberación de los pobres llegan por medio de nuestra disponibilidad de aceptar la cruz.

Las doce estrellas

Muchos comentaristas de la Medalla reconocen que las doce estrellas son una referencia a la mujer del capítulo doce del libro del Apocalipsis. Hay una diferencia de opinión entre los expertos bíblicos acerca del significado de la mujer. La mayoría, sin embargo, la ven como la imagen del Pueblo de Dios. Probablemente la mujer es una referencia a María, la representación del pueblo de Dios. El mensaje es uno, de esperanza para la Iglesia perseguida.

Las doce estrellas nos para hacer de la Buena Nueva una realidad.

Cualquier reflexión sobre la Iglesia ha de subrayar claramente que somos la Iglesia de los pobres o no somos la Iglesia. Esto no quiere decir que sólo los pobres se salvan. Pero, sí significa que la salvación depende de la manera en que nos relacionamos con los pobres. Si la Iglesia y sus miembros no participan en una nueva vida, la cual incluye la liberación de los marginados, el. Evangelio no tiene sentido. Quizás por eso los pobres siempre han buscado a María, aún cuando la Iglesia los ha abandonado. Su cariño maternal para con, los de la periferia y el recuerdan que la salvación es una realidad eclesial. Logramos la salvación en y con la comunidad y no como individuos. María representa a la Iglesia porque ella pertenece al Pueblo de Dios. Ella acompaña la comunidad cristiana y está con la Iglesia en el camino de la salvación. Un paralelo existe entre la misión de María de presentar a Cristo al mundo y la misión de la Iglesia de evangelizar. Ambas son parte de la intervención de Dios en la historia reconocimiento por el pueblo de su amor son un reto constante a la Iglesia y a su misión de predicar la Buena Noticia a los pobres

Conclusión

Las constituciones y los Estatutos de las Hijas de la Caridad y de la Congregación de la Misión mencionan el lugar especial que la Medalla Milagrosa tiene en su devoción mariana. La piedad mariana no es el centro de la espiritualidad vicenciana. Pero no es algo sin importancia tampoco. La Medalla, vista desde la perspectiva de los pobres, hace reflexionar sobre los temas claves de la vida y la misión vicencianas. Respalda el Espíritu vicenciano porque los símbolos nos invitan a pensar en y rezar sobre ese espíritu. La Medalla puede fortalecer nuestro compromiso porque es una manera sencilla de identificarnos con los pobres que llevan la Medalla como la expresión de su amor a María. la mujer humilde que siempre los acompaña.

Por: Juan Patricio Prager, C.M
Fuente: https://www.corazondepaul.org/

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