“Dichoso el hombre que confía en el Señor”
Rom 6, 19-23; Sal 1; Lc 12, 49-53.
Dijo San Vicente de Paul:“¡Señor, Dios mío, sé tú el vínculo de sus corazones; hazles gozar de los efectos de tantas gracias como les concedes y acrecienta el fruto de sus trabajos por la salvación de las almas… fortifica a esos pobres misioneros en sus fatigas!; en fin, Dios mío, sé tú miso su recompensa” (SVP III, 219).
En el evangelio de hoy Jesucristo se presenta como el mayor“pirómano” del mundo. Él quisiera ver ahora mismo el mundo entero “ardiendo” de amor.
Lo cierto es que en el mundo (en nuestro corazón y en nuestras familias) todavía humean las cenizas de los fuegos del odio: guerras, atentados, fraudes, corrupción, pobreza, hambre, violencia…
Entonces ¿ha sido inútil el bautismo de Jesús, su Cruz? No. Abramos los ojos. Los noticieros casi sólo hablan del humo de los escándalos. Pero si existe civilización humana es porque millones de seres humanos arden de amor por sus familias; millones de profesionales arden de amor trabajando honradamente por una sociedad justa y millones de religiosos y misioneros (de todas las religiones) arden de amor en el servicio para construir un mundo más misericordioso, lleno de paz y unidad.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca C.M.
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