“El Señor nunca olvida sus promesas”
Rom 4, 13. 16-18; Sal 104; Lc 12, 8-12.
Dijo San Vicente de Paul: “Es menester que sepáis que Jesús está en esos pobres privados de razón lo mismo que en todos los demás. Con esta creencia tenéis que servirles y, cuando vayáis a verlos, alegraos y decid dentro de vosotras mismas: me acerco a esos pobres para honrar en sus personas a la persona de Nuestro Señor.” (SVP IX, 750).
Hoy, el Dios infinitamente misericordioso nos sorprende.
¿Qué es lo que no se perdonará? ¿Por qué no se perdonará? La respuesta es sencilla: Dios no puede imponer su perdón.
Ahí emerge con toda su fuerza la libertad humana. Dios se hace impotente frente a esa libertad.
Si alguien prefiere reírse o burlarse de Dios, sin atender a su misericordia, entonces ese alguien se queda en la burla y no alcanza ni a “oler” el perdón de Dios.
Querido Dios, hasta da miedo que nos hayas concedido tanto poder. Desde ahora te regalo mi libertad: ¡Tuya es, Señor mío!
“Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad” (San Ignacio de Loyola).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca C.M.
0 comentarios