“Perdónanos, Señor, y viviremos”
Rom 3, 21-30; Sal 129; Lc 11, 47-54.
Dijo San Vicente de Paul: “Pues creedme, padres y hermanos míos, es una máxima infalible de Jesucristo, que muchas veces os he recordado de parte suya, que cuando un corazón se vacía de sí mismo, Dios lo llena; Dios es el que entonces mora y actúa en él.” (SVP XI, 207).
Hoy, nuestro Dios silencioso alza la voz más que nunca. ¡Vaya situación! Y eso que Dios lleva la discreción y prudencia en su ADN.
Del otro lado están los de siempre: fariseos, escribas y otros líderes que –manteniendo la fachada de personas honorables– se aprovechan de la gente sencilla, explotan a los pobres y engañas a muchas personas. Jesús no puede con esto. Su indignación explota en palabras severísimas. No se las calla, aunque eso le cueste caro, pues “comenzaron a acosarle implacablemente”.
Ahora, como en tiempos de Jesús, muchos analizan frases y estudian textos para desacreditar y calumniar a los misioneros que llevan justicia y paz.
Nunca te desanimes; Dios está a nuestro favor. El Señor está del lado de los pobres. No dejes de ser incansable profeta de la verdad.
¡Jesús resucitado tiene siempre la última palabra!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca C.M.
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