“Cantemos al Señor un canto nuevo”
Rom 1, 1-7; Sal 97; Lc 11, 29-32.
Dijo San Vicente de Paul: “El Hijo de Dios vino a evangelizar a los pobres; y nosotros, ¿no hemos sido enviados a lo mismo? Sí, los misioneros han sido enviados a evangelizar a los pobres. ¡Qué dicha hacer en la tierra lo mismo que hizo nuestro Señor, que es enseñar el camino del cielo a los pobres!” (SVP XI, 209-210).
Hoy Jesús es contundente. Podemos decir que se le nota disgustado. ¿Por qué? Está harto de que le pidan milagros y, cuando los hace, entonces le digan que está endemoniado. Volvemos a lo de siempre: Dios no es un actor de circo ni mago; no hace “milagritos” para entretener a la gente, sino para aliviar el sufrimiento de los pobres.
Además, cuántas veces pedimos milagros y cosas extraordinarias al Señor para que él haga nuestra voluntad, en vez de esforzarnos por hacer nosotros la voluntad de Dios.
He aquí el gran milagro: al tercer día apareció vivo (como Jonás) después de haber entregado su vida por nosotros en la cruz.
Ya han pasado más de veinte siglos: que Dios nos ayude a tener más fe que aquella generación “exasperante”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca C.M.
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