“El Señor juzga al mundo con justicia”
Jl 1, 13-15; 2, 1-2; Sal 9; Lc 11, 15-26.
Dijo San Vicente de Paul: “Por eso envió Jesucristo a sus apóstoles; y nos envía a nosotros como a ellos, para llevar a todas partes su fuego… llevar a todas partes su fuego divino, ese fuego de amor y temor de Dios… por todo el mundo” (SVP XI, 190).
Hoy contemplamos asombrados cómo Jesús es ridículamente acusado de expulsar demonios por el poder del mismísimo príncipe de los demonios. Es realmente una acusación gratuita, que manifiesta mucha ceguera y envidia de parte de los acusadores. También hoy día, sin darnos cuenta, tratamos de eliminar de raíz el derecho que tienen los otros a discrepar, a ser y pensar diferente y tener sus propias posiciones contrarias e incluso opuestas a las nuestras.
Cuando Jesús afirmó públicamente que es el “Hijo de Dios” entonces, en vez de alegrarse, lo enviaron al Calvario y lo colgaron en la Cruz.
¿Cuántos más, a lo largo de la historia han sido crucificados por ser y pensar distinto?
Debemos aprender una lección fundamental: La única respuesta válida ante el prójimo es el amor. Abrir nuestro corazón a la fe en Dios es amarnos unos a los otros sin despreciar a nadie: incluyendo y aceptando a todos como hermanos e hijos de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca C.M.
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