“Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados”
Bar 1, 15-22; Sal 78; Lc 10, 13-16.
Dijo San Vicente de Paul: “Cuando vayamos a ver a los pobres, hemos de entrar en sus sentimientos para sufrir con ellos… Para ello es preciso que sepamos enternecer nuestros corazones y hacerlos capaces de sentir los sufrimientos y las miserias del prójimo, pidiendo a Dios que nos dé el verdadero espíritu de misericordia” (SVP XI, 233).
Hoy vemos a Jesús dirigir su mirada hacia aquellas ciudades que habían sido objeto de su solicitud y amor, en las que él había predicado y realizado las obras del Padre. En ningún lugar como en Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm había predicado y hecho milagros.
La siembra ha sido abundante, pero la cosecha (de frutos buenos y frutos de amor) no fue buena. En ese corazón duro y cerrado ¡ni Jesús pudo entrar y convencer!
¡Qué misterio el de la libertad humana que puede decir “no” al mismo Dios! La cuestión aquí es que se están perdiendo de la dicha, de la felicidad de tener una vida y una familia llena del amor de Dios. Nuestro Señor quiere tenernos a todos en su corazón.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca C.M.
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