“Tu pueblo nuevo te alabará, Señor”
Zac 8, 1-8; Sal 101; Mt 18, 1-5. 10.
Dijo San Vicente de Paul: “Lo más importante de nuestra vocación es trabajar por la salvación de las pobres gentes del campo, y todo lo demás es accesorio” (SVP XI, 55).
Dios ha asignado a cada persona un ángel para protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Se puede decir que el ángel custodio es un compañero de viaje que siempre está al lado de cada ser humano, en las buenas y en las malas. Es la presencia amorosa del mismo Dios que siempre nos cuida.
Nuestro ángel no se separa de nosotros ni un solo momento. Está allí cuando trabajamos y cuando descansamos, cuando nos divertimos, cuando rezamos, cuando le pedimos ayuda y cuando no se la pedimos. No se aparta de nosotros ni cuando perdemos la gracia de Dios por el pecado.
Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como una compañía de la infancia, pero no debería ser así, pues si pensamos que la persona crece y que con este crecimiento se tendrá que enfrentar a una vida con mayores dificultades y tentaciones, el ángel custodio resultará de gran ayuda.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca C.M.
0 comentarios