“No me basta con amar a Dios si mi prójimo no le ama”
Is 52, 7-10; Sal 95; 1 Cor 1, 26-2,2; Mt 5, 1-12.
Los vicentinos celebramos hoy a san Vicente de Paúl, nuestro fundador.
Nace en 1581, en Pouy, Francia; ordenado sacerdote en 1600, por varios años trató de realizar un proyecto de vida centrado en sí mismo, yendo de fracaso en fracaso. Buscaba un “honroso retiro” para poder ayudar a su familia a salir de la pobreza. Desaparece por 3 años, al cobrar una herencia pudo haber sido esclavizado. Siendo capellán de la Reina de Francia conoce a un sacerdote en crisis existencial y de fe, le ayuda a salir de ella, pero se replantea muchas cosas. Buscó ayuda en personas con ideales y horizontes, dispuestas a orientarlo a la plenitud, a la disciplina y a la entrega. Descubre que la experiencia que nos sana y nos salva es reconocernos amados, perdonados y acompañados, para amar, perdonar y acompañar de manera “afectiva y efectiva”, con un amor “inventivo hasta el infinito”, como el de Jesucristo evangelizador de los pobres. Fundó las Cofradías de la Caridad (1617), la Congregación de la Misión (1625), las Hijas de la Caridad (1633) y ha inspirado a muchas otras asociaciones. Muere el 27 de septiembre de 1660. Fue canonizado en 1737.
Señor, ¿podrías concedernos buscarte y servirte con el corazón de San Vicente de Paúl? Amén.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick Fernando Martínez B., C.M.
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