“Dichosos lo que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero y perseveran hasta dar fruto”
1 Tim 6, 13-16; Sal 99; Lc 8, 4-15.
La liturgia de la Palabra nos invita a preparar la tierra de nuestra mente y de nuestro corazón, para que el Señor pueda sembrar en ella y dar frutos.
San Pablo concluye su carta a Timoteo y le insiste en permanecer fiel al espíritu del Evangelio hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. Mientras tanto, el evangelista san Lucas nos presenta la parábola del Sembrador, imagen que ya podíamos vislumbrar el día de ayer, donde veíamos a Jesús visitando pueblos y aldeas, predicando el Reino de Dios, perdonando pecados, consolando afligidos y curando enfermos, es decir, arrojando semillas de Evangelio en todo tipo de tierras y de personas, esperando que cada una diera frutos conforme a sus posibilidades y a su ritmo y a su tiempo; pero, advirtiéndonos también, que quien no esté dispuesto a escuchar atentamente, con toda la mente y con todo el corazón, y no disponga bien su persona y su proyecto de vida, será tierra estéril.
Señor, también yo te pregunto frecuentemente: ¿Qué significa esta parábola en mi vida, es decir, esto qué tiene que ver conmigo? Ayúdame a querer entender y atender. Amén.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick Fernando Martínez B., C.M.
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