“Despójense del modo de actuar del viejo yo.”
Col 3, 1-11; Sal 144; Lc 6, 20-26.
La liturgia de la Palabra nos propone revestirnos del Espíritu de Jesucristo y renunciar a nuestro viejo yo para poder vivir como resucitados.
La carta a los colosenses nos propone que, para vivir como resucitados en Cristo Jesús, nos atrevamos a morir al viejo yo, aquel que nos lleva a las pasiones desordenados, a los malos deseos y a pasar unos por encima de otros; en cambio, si nos dejamos revestir y renovar por el Espíritu de Jesucristo y de su Evangelio, participaremos de la bienaventuranza de la que nos habla san Lucas, invitándonos a ser “pobres” para tener en herencia el “Reino de Dios”; a tener “hambre” para ser “saciados” por su justicia; a “llorar” para después poder “reír” consoladoramente; es decir, nos invita a dejar que las experiencias complejas y dolorosas nos hagan sensibles para poder hacernos solidarios con aquellos que las padecen de manera más permanente; especialmente nos invita a revisar si la causa de nuestros principales problemas es por la búsqueda de la justicia o tan sólo por caprichos.
Señor, ¿coinciden mis palabras con mis acciones y actitudes cuando afirmo que lo que he hecho por Ti, lo hago también por el más pequeño de mis hermanos? Amén.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick Fernando Martínez B., C.M.
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