Para San Vicente, vivir de acuerdo al espíritu y el carisma de las congregaciones es vivir las virtudes del Evangelio. Consideraba las virtudes como «máximas evangélicas» que Jesús, el Maestro, nos enseñó tanto con palabras como con obras. Así, Vicente nos pide a sus seguidores, sobre todo, que nos esforcemos por fundamentar nuestras vidas en las enseñanzas de Jesús, que nunca nos pueden engañar.
San Francisco De Sales, en su libro «Introducción a la vida devota», escribe sobre la sabiduría de perseguir las virtudes y la locura de buscar la gloria y los honores humanos:
El deseo y el amor de la virtud comienza a hacernos virtuosos; pero el deseo y el amor de los honores comienza a hacernos despreciables y vituperables. Los espíritus nobles no se entretienen en estas pequeñeces de lugares, de honores, de reverencias; tienen otras cosas en qué ocuparse; esto es propio de espíritus frívolos. El que puede tener perlas no se carga de conchas, y los que aspiran a la virtud no se desviven por los honores.
Para Vicente de Paúl, la simplicidad, la humildad, la mansedumbre, la mortificación y el celo eran las virtudes características del misionero. Él las veía como «cinco piedras lisas con las que podríamos conquistar al malvado Goliat». En esta reflexión, basada en el libro del P. Maloney, «Etapas en la Espiritualidad: Reflexiones sobre la Espiritualidad Vicenciana en el Mundo de Hoy«, trato de recordar algunas de las enseñanzas de san Vicente sobre las dos primeras virtudes de los misioneros, a saber, la sencillez, que Vicente llamó su evangelio, y la humildad, que consideraba como la reina de todas las demás virtudes.
La simplicidad es, en primer lugar, decir la verdad. Es decir las cosas como son, sin esconder nada. Es hacer todo por amor a Dios y por ningún otro fin. San Vicente menciona muchas razones por las cuales sus hijos e hijas deben ser simples: Dios se comunica con los sencillos, el mundo ama a la gente sencilla, la duplicidad nunca es agradable a Dios.
La virtud de la simplicidad está estrechamente ligada a la virtud de la humildad. La humildad es reconocer que todo bien proviene de Dios y también reconocer nuestra propia bajeza y faltas. Significa evitar los aplausos del mundo. Implica tomar el último lugar y amar la vida oculta. También significa estimar a los demás. La humildad era la virtud característica de Jesús, y así debe ser también nuestra virtud característica. Es la fuente de paz y unión en las comunidades.
Ser humilde y simple significa evitar la gloria vana y buscar la gloria que proviene de Dios. En el Evangelio de San Juan, Jesús nos dice que los que no son simples y humildes no pueden creer en Él:
“No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios?” (Jn 5, 41-44).
Sobre el autor:
El P. Binoy Puthusery, C.M., es un sacerdote paúl perteneciente a la Provincia de India meridional. Fue ordenado sacerdote el 27 de diciembre de 2008 y poco después sirvió como coadjutor en Tanzania. En 2011, después de dos años de ministerio, fue nombrado Director Espiritual de las Hermanas Vicentinas de la Misericordia, en Mbinga, Tanzania. Actualmente reside en Barakaldo (España), y es formador en el Máster en Vicencianismo.
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