“Su rostro se puso resplandeciente como el sol“
Dan 7-14; Sal 96; Mt 17, 1-9.
Jesús toma consigo a sus discípulos más íntimos y los lleva a la “Montaña Alta” en la que los discípulos van a poder descubrir el camino que lleva a la gloria de la resurrección.
El rostro transfigurado de Jesús “Resplandece como el Sol” y manifiesta en qué consiste su verdadera gloria. No proviene del maligno sino de Dios, su Padre. No se alcanza por los caminos del poder mundano, sino por el camino paciente del servicio oculto, el sufrimiento y la crucifixión. Pedro, sin embargo, no logra intuir el carácter único de Jesús: “Si quieres haré tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías”. Coloca en el mismo plano a Jesús, Moisés y Elías. Cada uno tiene una choza. No sabe que a Jesús no hay que equipararle con nadie.
Es Dios mismo quien hace callar a Pedro “Todavía estaba hablando” cuando escuchan una voz misteriosa “Este es mi Hijo amado”, el que tiene el rostro glorificado por la resurrección. “Escúchenle a Él”. A nadie más. Escuchar a Jesús es el camino del cambio en nuestras vidas, de la escucha brota la salvación, y es también el camino de la gloria verdadera.
¿Qué tanto soy persona que sabe escuchar?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Eugenio Lozano Cervantes, laico de la Familia Vicentina de Guadalajara.
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