“Martirio de Juan Bautista.”
Lev 25, 1. 8-17; Sal 66; Mt 14, 1-12.
Juan el Bautista fue el mensajero del reino y de la conversión al mismo, así como un testigo insobornable de la verdad, y éste fue su único delito, que pagó con su vida, como también lo hizo Jesús. Juan vino como testigo de la luz, que era Cristo, y morirá con la libertad interior que dan la verdad y la absoluta fidelidad a su misión cumplida.
Fue tal el impacto profético de Juan que el mismo Herodes, ante lo que oía contar de Jesús de Nazaret, Decía a sus ayudantes: este es Juan Bautista que ha resucitado. Así hablaba el remordimiento de su crimen, pues Herodes había hecho decapitar a Juan porque le echaba en cara como ilícito su segunda unión en matrimonio con Herodías, la mujer de su medio hermano.
Como la verdad no gusta y menos a los poderosos que mandan, Herodes y su esposa intentaron silenciar la voz de Juan encarcelando. Y la ocasión se presentó durante un banquete que Herodes ofreció por su cumpleaños. La hija de Herodías llamada Salomé danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes que, en el vértigo de la orgia juró darle lo que ella pidiera. Y ella aconsejada por su madre le pidió, la cabeza del Bautista.
Esta es la suerte de quien es profeta de la verdad…
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Eugenio Lozano Cervantes, laico de la Familia Vicentina de Guadalajara.
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