Beber en la fuente de la Palabra de Dios (Isaías 55,10-11)

por | Jul 30, 2023 | Formación, Reflexiones, Thomas McKenna | 1 comentario

Con este calor que abrasa tantas partes del mundo, no es difícil apreciar la metáfora que el profeta Isaías ofrece como imagen de cómo es la relación entre nosotros y Dios: más concretamente, entre nosotros y la Palabra de Dios.

Según Isaías, los seres humanos somos la tierra, pero una tierra muy seca, estéril como un desierto. Luego denomina Palabra de Dios como la lluvia y la nieve que caen y humedecen nuestra sequedad. Ese aguacero es el propio Ser de Dios, que llega como su Palabra. Esta Palabra de Dios derrama el agua de la vida sobre la aridez que hay dentro de nosotros y a nuestro alrededor.

Isaías nos insta a considerar hasta qué punto estamos bebiendo de esta Palabra, hasta qué punto nos estamos abriendo a esta corriente de vitalidad. Imaginándome como un trozo de tierra seca, ¿hasta qué punto estoy deseoso de absorber este líquido vivificante, hasta qué punto estoy dispuesto a acoger esta Presencia Divina?

Como sabemos, la presencia de Dios impregna toda la creación. Pero de un modo especialmente concreto, viene a nosotros en la Misa. Ciertamente en la Eucaristía propiamente dicha, pero también antes en la liturgia de la Palabra, cuando se proclama y escucha la Biblia.

¿Hasta qué punto absorbo estas palabras divinas? ¿Hasta qué punto bebo este alimento que fluye de la Palabra de Dios en las Escrituras? Es una pregunta que se plantea en muchos contextos.

El más cercano es la asistencia a Misa. Cada domingo, hay 3 lecturas de la Biblia, sin incluir el salmo responsorial y el versículo del Aleluya.

¿Qué grado de atención les presto? Son palabras de los escritores, pero sobre todo palabras de Dios, pensamientos, instintos y pasiones que brotan de su propio Ser. A través de ellas, Dios desea no sólo comunicar, sino alimentar, inspirar y refrescar, hacer que su propia Persona eche raíces más sólidas en nuestros corazones.

De ahí el desafío. ¿Cómo puedo escuchar con más atención, siendo consciente de que estas historias, proverbios y lecciones de vida son el eco de la propia voz de Dios? ¿Cómo puedo superar la repetición, la sensación de haberlo oído todo antes? ¿Cómo puedo aguzar el oído, no sólo para escuchar estas palabras, sino para oírlas con más radicalidad, para captar la sabiduría salvadora que late en ellas? Escuchar desde ese lugar más profundo requiere una atención especial cualquier domingo por la mañana.

¿La Palabra de Dios en otros contextos? Por ejemplo, leyendo la Biblia o alguna lectura espiritual a lo largo de la semana. Acercarse a ella no tanto como una lista de lo que se debe y no se debe hacer, sino como un interlocutor, una voz que se mezcla con los altibajos de mi vida y las pulsaciones del mundo en general. Otra posibilidad es unirse a un grupo de oración basado en las Escrituras, una actividad que se organiza con frecuencia en las parroquias.

La lección básica es tomarse más a pecho las imágenes de Isaías. Yo solo soy tierra seca, espiritualmente reseca y sedienta. Es la Palabra salvadora de Dios la que viene a saciar. En la Biblia, pero también en el Señor Jesús, en el sufrimiento y la bondad de las personas que nos rodean, en el esplendor de la creación, en todo ello llega el alivio de Dios que sacia el alma como un alimento inagotable.

El Evangelio de San Juan comienza así: «En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios». Un comentarista moderno añade: «¡Y esa Palabra se trasladó a nuestra tierra!». Esto subraya el argumento de Isaías: la Palabra de Dios, que todo lo sustenta, está cerca si queremos beberla.

En una intervención de Vicente en una reunión de sus cohermanos, oímos una versión de la metáfora de Isaías:

Dios nos concede sus gracias según las necesidades que de ellas tenemos. Dios es una fuente de la que cada uno saca el agua según sus necesidades. Como una persona que necesita seis cubos de agua, saca seis; si necesita tres, tres; un pájaro que sólo necesita un sorbo, no hace más que sorber; un peregrino en el hueco de su mano saca para saciar su sed: lo mismo pasa con nosotros cuando acudimos a Dios (XVP ES XI-3, capítulo del 19 de enero de 1642, p.37).

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1 comentario

  1. Gloria

    Oh, Señor, remueve nuestro árido ♥️, y nútrenos y vivifícanos con el agua de tu fuente que nos fortalece, encausa y nos hace siervos útiles a tu proyecto. Gloria a ti, mi Señor. Amén

    Responder

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