“Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor”
2Re 4, 8-11. 14-16; Sal 88; Rom 6, 3-4. 8-11; Mt 10, 37-42.
El Señor no nos pide dejar de amar, se nos exige amar en verdad a profundidad, con un amor que nos permita experimentar la libertad de los hijos de Dios. Amar a Dios primero nos permitirá estar dispuestos a dejar que la misericordia del Señor siempre sea regla en nuestra vida. “Mi amor es para siempre” nos recuerda el Salmo y esto es inspirador para proclamar la fidelidad de Dios para toda la humanidad.
Esto nos hará confiar en que la relación de amor seguirá transformando nuestra realidad en una apuesta de vida que nos lleve a poner nuestro esfuerzo para ofrecer lo que somos, y lo que hacemos por la Gloria de Dios, Él cumple sus promesas y el amor que le tengamos a Él nunca quedará sin recompensa.
Nuestro amor a Jesucristo se hace efectivo en ese amor que estamos llamados a dar a los demás, sabiendo que él está presente en cada uno de nuestros hermanos, ya que el mismo Jesús nos asegura que todo lo que hagamos a uno de aquellos más pequeños lo estamos haciendo a él. Fuimos creados por amor y nuestra vocación es el amor manifestado con hechos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Alonso Nuñez Escobedo C.M., formador en el Seminario de Cd. Granja, Jal.
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