“Vete primero a reconciliar con tu hermano”
2 Co 3, 15-4, 6; Sal 84; Mt 5, 20-26.
En el texto de este día el Señor nos invita a reconciliarnos con nuestros hermanos. ¿De qué nos serviría ir a misa, dar nuestra ofrenda y orar diciendo: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, si estamos enojados con nuestro hermano? Jesús perdonó de verdad a sus agresores: “Perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Si bien es cierto que nuestras relaciones humanas tienen su grado de dificultad, a veces nos enfadamos, nos ofendemos y hasta podemos ser violentos, pero tenemos que ser responsables de nuestros propios actos, de no perder el control de nuestras emociones; si hemos agredido a la otra persona, física o verbalmente, tenemos que acercarnos a ella y, con humidad, pedirle perdón. Lo mismo ofrecer el perdón cuando nos lo piden.
San Pedro lo vivió cuando se acercó a Jesús y le preguntó: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano, hasta siete veces?”. Parecía que Pedro las estaba contando, (¿hasta siete?) y cuando cuentas las veces que has perdonado, puedes llegar a cansarte. El perdón fraterno y la reconciliación son tarea de toda la vida.
Perdonar es la condición para ser perdonados.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. César Cruz Gálvez C.M., formador en el Seminario Vicentino de Lagos de Moreno, Jal., México.
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