“No he venido a abolir, sino a dar plenitud”
2 Co 3, 4-11; Sal 98; Mt 5, 17-19.
La lectura de la Palabra de hoy es breve, pero suficiente para determinar la actitud de Jesús ante la antigua ley mosaica y dejar muy en claro que quería llevarla hasta sus últimas consecuencias.
“No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud”. No abolición, sino una mayor perfección y exigencia de la misma, una fidelidad más radical que supere la letra de la ley para abundar en su verdadero espíritu, desde la lógica del amor.
Ya san Pablo lo afirma: “El fin de la ley es Cristo, para justificación de todo el que cree” (Rom 10, 4).
Jesús quiere amor a Dios y a los hermanos y radicalizar las leyes, sometiéndolas a las exigencias del amor. Recordemos que el día de nuestra muerte seremos examinados sobre aquello que hayamos hecho a nuestro prójimo. Muchas veces decimos que no hacemos mal a nadie, pero tampoco bien a quien lo necesita; de eso deberíamos confesarnos un poco más: sobre nuestras omisiones.
Las leyes nacen para llevar una vida en orden y armonía, nunca para quitar libertad, generar miedo u oprimir a las personas.
En nuestra actualidad, ¿tienes un deseo profundo de seguir la ley por amor a Dios y a tus semejantes?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. César Cruz Gálvez C.M., formador en el Seminario Vicentino de Lagos de Moreno, Jal., México.
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