“Mujer, ahí está tu hijo… Ahí está tu madre”
Gén 3, 9-15. 20; Sal 86; Jn 19, 25-34.
Es justo reconocer el amor y la asistencia maternal de María no sólo hacia el Hijo de Dios, sino también hacia los que en nombre de Cristo hemos sido bautizados. El texto de hoy nos describe los momentos de Jesús en la cruz, donde lo acompañan tres mujeres entre las cuales destaca su Madre, y está también el apóstol Juan. Son momentos testamentarios en la historia de la humanidad: Jesús le entrega Juan a María como hijo y a él le entrega a María como
Madre, y desde entonces se tienen el uno al otro. Desde aquel día María se convertirá en la Madre de la Iglesia y a partir de entonces la Iglesia será también una “Iglesia mariana”.
Juan recibe a María representando a todos los discípulos. Todo el discipulado, movido por Cristo y por el Espíritu Santo, venerará a María, con amor y respeto. Los católicos somos afortunados de tener una madre tan grande y amorosa como María. Ella, como sucedió en Caná de Galilea, está pendiente de nosotros para convertirse en nuestra intercesora y defensora, además de que nos ama y nos cuida.
Nosotros, en respuesta, confiamos en ella y la veneramos con amor.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Luz María Ramírez González, Sociedad de San Vicente de Paúl, León, Gto., México.
0 comentarios