“Si no me voy, no vendrá a ustedes el Consolador”
Hech 16, 22-34; Sal 137; Jn 16, 5-11.
Jesús toca una fibra muy sensible cuando dice a los apóstoles que dentro de poco se va, e insiste que es conveniente que se vaya, aunque no se trata de una separación, sino de llevar adelante el proyecto de Dios. Ante esas palabras, los apóstoles están confundidos y se sienten perdidos. ¿Cómo continuar adelante si Jesús ya no estará con ellos? Cuando nos alejamos de Dios, también nosotros experimentamos esa sensación. Jesús los anima y les impulsa a abrirse al don que vendrá de lo alto: El Espíritu Santo. En los momentos de oscuridad y de prueba Jesús no está ausente, está siempre presente gracias a la acción del Espíritu. Si por momentos sentimos su presunta ausencia, entonces debemos intensificar la oración e invocar la asistencia del Espíritu Santo en nuestra vida para que nos acerque a Jesús y nos lo haga presente.
La fe es un don, pero también se robustece con la caridad, que es capaz de acompañar con tiempo, dedicación, ayuda, servicio y amor a quien lo necesita. Es el Espíritu quien nos impulsa a poner la fe a trabajar a través de la oración y la caridad. El mal quedará derrotado cuando el soplo del Espíritu Santo nos encuentre disponibles para acogerlo, dispuestos a recibir sus inspiraciones.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Luz María Ramírez González, Sociedad de San Vicente de Paúl, León, Gto., México.
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