“El buen pastor da la vida por sus ovejas”
Hech 11, 1-18; Sal 41 y 42; Jn 10, 11-18 (o Mt 13, 54-58).
Como continuación a la fiesta del Buen Pastor que celebramos ayer, hoy Jesús establece la diferencia entre el buen pastor y el asalariado. El mal pastor no se preocupa por las ovejas, no las cuida, no se expone por ellas; al contrario, trata de aprovecharse de ellas sacándoles el mayor provecho posible.
Jesús como buen pastor nos conoce a cada uno, nos llama por nuestro nombre y nosotros vamos a su encuentro porque nos ama, nos cuida y defiende cuando nos amenaza algún mal o peligro; nos conduce hasta donde hay el alimento y el agua necesarios para la vida y la salud.
Este ministerio de pastor, de servidor, que le ha encomendado su Padre lo hace con mucho amor; pero no se limita a cuidar al rebaño que ya tiene encomendado, sino que también va a buscar a tantas ovejas que aún están fuera del redil.
Tal vez algunas situaciones en el camino de nuestra vida han hecho que “salgamos del redil”. Es entonces cuando Jesús, Buen Pastor, sale a nuestro encuentro.
¿Soy capaz de reconocer su voz? ¿Reconozco su gran amor y entrega que me permite regresar al Padre? ¿O, por el contrario, me dejo conducir por los malos pastores?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Luz María Ramírez González, Sociedad de San Vicente de Paúl, León, Gto., México.
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