“A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera”
Hch 2, 14. 36-41; Sal 22; 1 Pe 2, 20-25; Jn 10, 1-10.
Pronunciar el nombre de Cristo, escucharle y reconocerle en nuestro interior, sólo nace de aquellos que verdaderamente han hecho una experiencia amorosa con Él; una experiencia que no se reduce a un simple recitar de oraciones, o a un compromiso obligatorio con la misa dominical, sino que más bien se eleva a un contacto frecuente e íntimo con el Señor en la oración de todos los días, en el trabajo cotidiano, e incluso, en los sufrimientos que podamos padecer y ofrecer por amor a Él.
Los cristianos que buscan la verdadera fuente de la felicidad en Cristo, saben que solamente en su interior, donde Dios se hace paz, alegría, serenidad y gozo, se encuentra la verdadera e íntima amistad con Él. Son esas ovejas que entran por la puerta de la renuncia y del sacrificio, que escuchan el llamado personal del Buen Pastor, y que le siguen por los caminos por donde él las lleva, siempre con la única finalidad y deseo de estar con él, deleitándose con su dulce compañía.
Mi Jesús, que sepa reconocer tu voz. Y reconocerte en mis hermanos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Laica colaboradora de la Parroquia Medalla Milagrosa de Narvarte, ciudad de México
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