“Pero él les dijo: Soy yo, no teman”
Hch 6, 1-7; Sal 32; Jn 6, 16-21.
Contigo, Señor, no tengo nada que temer. Puede ser que la tormenta me esté ahogando, que las olas parezcan devorarme, que la oscuridad me quiera robar la esperanza, que la desesperación invada mi alma… pero si tú estás conmigo nada temo.
Hoy me dices que no tema, que eres tú, que ahí estás siempre cuando más te necesito, cuando menos entiendo, cuando el dolor me empaña la vista. No temer es confiar que tú siempre, siempre me acompañas, me cuidas, me proteges, me guías.
¡Qué difícil es encontrarte en medio de la tentación, de la tormenta, de la dificultad! En este pasaje me enseñas que no solo estás presente en mis malos momentos, sino que incluso caminas sobre ellos, que te vales de ellos para venir a mí, que son instrumentos de tu acción en mi vida.
Tú caminas sobre las aguas de mi soledad, de mi tristeza, de mis frustraciones, sobre las aguas de mi desempleo, de mi incomprensión, de mi desilusión. Sólo me pides fe para creer que tú siempre estás, para que no tema, para que confíe en tu amor que me es fiel y me sostiene.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Laica colaboradora de la Parroquia Medalla Milagrosa de Narvarte, ciudad de México
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