“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?”
Hch 5, 34-42; Sal 26; Jn 6, 1-15.
La escena nos enseña muchas cosas: Mientras el Señor enseña con amor y compasión, quizás los discípulos comienzan a hablar entre ellos. –Es tarde, el lugar está desierto, despídelos, de modo que, yéndose por los campos y las aldeas de los alrededores, puedan comprar de comer. Prácticamente dicen que se las arreglen y que compren ellos el pan. Quizás ellos sabían que tenían pan para sí mismos y querían custodiarlo. Es la indiferencia. A los discípulos no les interesaba la gente, a Jesús sí, por eso la gente lo quería. No eran malos, eran indiferentes. No sabían qué cosa era amar. No sabían qué cosa era la compasión.
Lo opuesto más cotidiano del amor de Dios, de la compasión de Dios, es la indiferencia: –Yo estoy satisfecho, no me falta nada, tengo todo, he asegurado esta vida y también la eterna, porque soy un buen cristiano.
Pensemos en este Dios que da el primer paso, que tiene compasión, que tiene misericordia.
¡Cuántas veces nuestra actitud es la indiferencia! Oremos al Señor para que nuestro corazón se cure de esta enfermedad que es la cultura de la indiferencia”. (Papa Francisco, 8 de enero de 2019)..
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Laica colaboradora de la Parroquia Medalla Milagrosa de Narvarte, ciudad de México
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